jueves, 6 de octubre de 2016

RESTAÑEMOS LAS HERIDAS, COMPAÑEROS

     Lo ocurrido en el Comité Federal del PSOE el sábado día 1 de octubre fue más allá de lo que habríamos podido imaginar unos días antes. Las líneas que siguen, queridos lectores, las escribí para el diario digital Alcalá Hoy y quieren ser una aportación a lo que debería ocurrir en las pocas semanas que quedan para evitar unas nuevas elecciones.

     Los medios de comunicación han empleado en estos días muchos calificativos,  a cual más negativo, para describir lo ocurrido en la reunión del Comité Federal del PSOE. Pero me parece que se han olvidado de subrayar el mérito enorme de haber encontrado un camino hacia la salvación en aquel caos de gritos, lágrimas y desesperación.

     El Partido Socialista se ha puesto a sí mismo en una situación extremadamente difícil, pero las cosas podrían haber ido por derroteros aún más dramáticos. La dimisión de Pedro Sánchez, luego de comprobar que había perdido la mayoría en el máximo órgano de decisión entre congresos, y el nombramiento de una comisión gestora abren la posibilidad de encontrar una solución que permita dos cosas: acabar con el bloqueo político que sufre España desde hace casi un año y recomponer con calma al PSOE como fuerza de oposición, primero, y como partido de gobierno, después. Los socialistas tienen ahora en su mano la oportunidad de adoptar una decisión que irá en bien de la sociedad española en su conjunto y en bien de su propio partido.
 


      El ex-ministro Josep Borrell, con su brillantez legendaria, ponía el otro día el dedo en la llaga a las puertas de la sede socialista: quienes sean partidarios de la abstención frente al PP, que lo digan donde deben decirlo. He aquí una de las causas de la crisis: salvo Felipe González, que sigue siendo un referente de primera magnitud pero ya no forma parte de la dirección, ningún dirigente socialista se atrevió a decir ni dentro ni fuera del Comité Federal lo que había que decir. Nadie quiso asumir el coste de defender que había que dar luz verde al PP, estaban convencidos de que no quedaba otra salida, pero querían que fuera Pedro Sánchez quien se “quemase” defendiendo una posición que levantaba ronchas en amplios sectores de las bases socialistas. Sánchez pudo quedar como un hombre de estado si hubiera tomado el camino de explicar a sus militantes y a sus votantes las muchas razones por las que era conveniente permitir la puesta en marcha del gobierno que España está necesitando con urgencia. Pero Sánchez optó por el camino más escarpado: les hizo una peineta a los barones y demás dirigentes críticos y les dijo “no seré yo quien se coma ese marrón”.

     Ahora ha surgido un hombre bueno, de trayectoria sin tacha según parece, dispuesto a comerse el marrón. Lo malo es que el marrón, después de las falacias dichas y del sectarismo a calzón quitado practicado en estos meses, tiene el aspecto de un sapo repugnante. Pero lo cierto es que Javier Fernández, el asturiano de braveza, tiene razón: lo peor de todo serían las terceras elecciones y una abstención no es lo mismo que el apoyo explícito. Y cabría añadir que una abstención no es una traición ni una rendición y tampoco un desdoro para nadie. 
     Algunos, como los dirigentes del PSC, absolutamente cobardes a la hora de plantar cara a los secesionistas, se han puesto muy gallitos frente a la Gestora presidida por Fernández: si hemos de cambiar de posición, deberán decidirlo los militantes. ¿Y por qué no todos los votantes y simpatizantes del PSOE? O mejor aún, ¿por qué no toda la sociedad en su conjunto? Si es verdad que los partidos son instrumentos al servicio de la sociedad, ¿qué habría de malo en que el PSOE hiciera aquello que le pidiera la mayoría de los ciudadanos españoles?

      La democracia plebiscitaria frente a la democracia representativa ha sido siempre la herramienta favorita de los dictadores y los demagogos. La comunión directa entre el líder, o el caudillo, y el pueblo como la forma más expeditiva de convalidar cualquier clase de tropelías. Así que los miembros del Comité Federal del PSOE, encabezados por su Gestora, harán bien en no temer a las bases socialistas, y explicarles lo que es necesario hacer, que no es otra cosa que dar luz verde mediante la abstención a un Gobierno encabezado por Mariano Rajoy. El tiempo apremia y la maniobra de hacer virar al trasatlántico no es fácil. Pero ahora hay un argumento que hasta los más obtusos o radicalizados no podrán rechazar: lo que le conviene a España (que no haya elecciones) le conviene también al Partido Socialista Obrero Español. Después habrá tiempo para debatir con calma y quizá recuperar la confianza de los ciudadanos haciendo una oposición constructiva y fructífera.


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