miércoles, 25 de mayo de 2016

MENTIROSO COMPULSIVO

El Secretario General del PSOE parece no haber aprendido la lección de lo que le ocurrió en la anterior campaña electoral, cuando se permitió el desliz de calificar al líder del PP como una persona "no decente" para ocupar la presidencia del gobierno. Ahora ni siquiera ha comenzado la campaña y ya Pedro Sánchez se ha lanzado al insulto descarnado: Mariano Rajoy es un mentiroso compulsivo, ha dicho en uno de los actos preelectorales. 
Es cierto que mi opinión sobre las capacidades políticas del líder de los socialistas españoles está muy sesgada por el severo reproche que me merece su comportamiento tras las elecciones del 20 de diciembre de 2015. Pero le veo mal y tengo la impresión de que no va a conseguir inspirar en los electores la suficiente confianza como para poner en sus manos el timón de esa vieja nave con problemas a la que llamamos España. No es creíble que Sánchez y sus peones de confianza insistan tanto en la presunta incompatibilidad entre Partido Popular y Partido Socialista, cuando las políticas que han puesto en práctica desde el poder se parecen mucho, no diré que como dos gotas de agua, pero sí que se parecen mucho.  Recuérdese aquel "cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste" proferido por Rodríguez Zapatero en el Congreso justo antes o después de anunciar nada menos que la congelación de las pensiones.
En materia de pensiones y de mercado laboral - dos de las cosas que más afectan a la vida cotidiana de los ciudadanos - el PP lo único que ha hecho ha sido agravar las reformas que habían emprendido los socialistas. Y por otra parte, cualquier reforma para mejorar nuestra Constitución, para tener una política educativa estable, para mantener la asistencia sanitaria pública y para conservar el estado de bienestar necesita la cooperación indispensable entre socialistas y populares. A qué viene, por tanto, tanta palabrería sobre la presunta incompatibilidad.
Si en la época de la transición los líderes políticos se hubieran lanzado al insulto, a recordarse los crímenes del pasado, a destacar las incompatibilidades entre unos y otros, jamás habríamos tenido una Constitución como la que tenemos ni habríamos disfrutado de un período de estabilidad política y prosperidad económica como el que se extiende desde 1975 a nuestros días. Los electores decidieron el 20 de diciembre pasado - y parece que vamos a seguir en las mismas - que el bipartidismo se había acabado y que ahora lo que tocaba era un esfuerzo de entendimiento similar al que hubo durante los primeros tiempos de la democracia. Y evidentemente la exigencia de entendimiento incluye a socialistas y populares. Pero no es tan evidente que también incluya la operación de desalojar de la Moncloa a toda costa a ese presunto mentiroso compulsivo que hoy la habita.

viernes, 6 de mayo de 2016

¿QUIÉN TUVO LA CULPA?

Posiblemente sea esta una de las preguntas que muchos ciudadanos se harán antes de volver a las urnas el próximo 26 de junio. ¿Quién tuvo la culpa de que haya que repetir los comicios? Cada ciudadano tendrá una respuesta, y yo también tengo la mía: la culpa estuvo muy repartida, desde luego, pero la parte del león se la llevan el Partido Socialista Obrero Español y su Secretario General. El mensaje salido de las urnas el 20 de diciembre era claro: la sociedad española no quiere mayorías absolutas, pero necesita que os entendáis para hacer frente a los problemas más graves que nos afectan. Frente a ese mensaje, el sectarismo exhibido por Pedro Sánchez ( con el apoyo de todo el Comité Federal del PSOE) resulta descorazonador. No a un gobierno encabezado por el PP ni por activa ni por pasiva, ni con Rajoy ni con ningún otro líder. Y resulta que el PP, pese a la pesadísima mochila de corrupciones que arrastra, había sido el partido más votado por los españoles y había sacado 34 diputados más que los socialistas.

Es verdad que el sectarismo no es privativo de los socialistas; y los populares han dado en el pasado muestras bochornosas. Por ejemplo, el grave problema territorial que tenemos hoy planteado en Cataluña es en gran parte debido al sectarismo de los populares. Se les pidió que retiraran su recurso al Constitucional contra el Estatuto de Cataluña y no lo hicieron por puro cálculo partidista, pese a que ellos mismos promovían en otros estatutos decenas de artículos copiados literalmente del catalán. A despecho de su tendencia a envolverse en la bandera, le hicieron un flaquísimo servicio a España y sólo por eso merecerían que los españoles les hubieran apartado del Gobierno. Pero no lo hicieron y eso es sagrado en democracia, cosa que parecen no haber entendido los socialistas, que se han comportado con un sectarismo imperdonable durante los últimos cuatro meses.

Cuando escribo estas líneas han pasado sólo unas horas desde la publicación de la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, que pronostica una nueva victoria del PP (aunque insuficiente) y graves dificultades del PSOE para mantener su segunda plaza frente a la casi segura alianza entre Podemos e Izquierda Unida. De nuevo estaríamos ante un panorama en el que la izquierda, para ver cumplida la obsesión de sacar a Rajoy de la Moncloa, tendría que aliarse con los partidos que, pura y simplemente, desearían ver a España borrada del mapamundi. ¿Está el Partido Socialista dispuesto a participar en un gobierno de esas características? Esperemos que no, porque si tal cosa hiciera sería una grave desgracia para toda la sociedad española y para el propio PSOE.

Y si no hay  una mayoría suficiente de izquierdas, ¿vamos a seguir con la matraca de que el PP no ni por activa ni por pasiva? España necesita un acuerdo de fondo entre los dos grandes partidos para los grandes asuntos de estado, pero no sólo para eso: necesita también que si uno de ellos no tiene capacidad para formar una mayoría suficiente, deje gobernar al otro. Lo ha dicho el otro día el propio Felipe González, que de asuntos de gobernanción y de estado entiende algo. ¿Y quién debería haber tenido luz verde tras el 20-D en vista de que el PSOE no podía formar una mayoría alternativa? La respuesta es obvia: el PP, en su condición de partido más votado. Pero Sánchez y los dirigentes socialistas no quisieron ver esto, asustados quizás por la competencia que podía hacerles Podemos por la izquierda, y ahora están a sólo un par de pasos de pagar su pecado en las urnas.