viernes, 11 de marzo de 2016

HACIA LAS ELECCIONES DEL 26-J

     Después del fallido debate de investidura de Pedro Sánchez, en la opinión pública se ha reforzado la impresión de que vamos hacia unas elecciones anticipadas. Casi todos los líderes políticos coinciden en que eso sería un gran fracaso colectivo, pero casi ninguno ha hecho lo que tendría que hacer para evitarlo.
     El dirigente que con más acierto ha cumplido el mandato salido de las urnas ha sido el catalán Albert Rivera, quien ha puesto todo de su parte para llegar a un acuerdo con los socialistas y posiblemente habría pactado también con los populares si éstos lo hubieran intentado en serio.  También hay que subrayar la buena disposición de los diputados de Coalición Canaria y Nueva Canarias, que votaron a favor de la investidura del candidato socialista.
     El gran error de Mariano Rajoy, a mi modo de ver, es haberle dicho que no al Rey cuando le hizo el encargo de formar Gobierno y no haber intentado un pacto con Rivera, a pesar de que dicho pacto habría sido insuficiente  si el PSOE mantenía su obstinado no al candidato popular. En este sentido, Pedro Sánchez ha sido más listo y le ha "birlado" la novia.
     Pero el gran error del líder socialista va mucho más allá de su persona y de los límites de su partido, porque está sentando un precedente que puede ser peligroso y desalentador para el futuro político de España. Sánchez parece no darse cuenta de que su veto inamovible a Mariano Rajoy y a cualquier otro candidato del PP será pagado en el futuro con la misma moneda, cuando quienes necesiten la abstención de los populares sean los socialistas. Mal, muy mal, vamos si el PSOE y el PP se dedican a bloquearse mutuamente, cuando lo cierto es que las políticas que practican desde el Gobierno están muy próximas.
     En el futuro puede que haya otros culpables, pero del bloqueo actual creo que el máximo responsable es Pedro Sánchez,  con su empeño en echar a Rajoy cuando no tenía los votos suficientes para ello; y me resulta sorprendente la unanimidad con que los dirigentes socialistas dijeron no, no y no a Rajoy y a cualquier otro candidato del PP. Han llegado tan lejos en su negativa y en su empeño que resulta impensable una posible vuelta a la casilla de salida para negociar una abstención a cambio de que la fuerza mayoritaria - el PP - acepte llevar a cabo una buena parte de los cambios y reformas pactadas entre PSOE y Ciudadanos.
     Asimismo es impensable que el PP ( que, como digo,  estaría dispuesto a aceptar una gran parte de lo pactado entre PSOE y Ciudadanos ) se resigne a verse desplazado del Ejecutivo, sencillamente porque ellos fueron la fuerza más votada y sienten que tienen más derecho o una cierta "preferencia" sobre los socialistas.
     En definitiva, y dado el bloqueo actual, sólo quedarían dos opciones: que una parte de Podemos se avenga a votar a favor del pacto PSOE-Ciudadanos ( no sería suficiente con la abstención) o bien que que PP, Ciudadanos y PSOE encuentren un candidato independiente capaz de formar un Gobierno que tendría el respaldo parlamentario de estas tres fuerzas. Sería la llamada Gran Coalición en su versión más descafeinada. Pero ambas opciones se antojan altamente improbables. El fin del bipartidismo, tan deseado por millones de ciudadanos, tiene estos efectos colaterales y tendremos que irnos acostumbrando a la idea de que repetir las elecciones no es el fin del mundo.   

martes, 1 de marzo de 2016

PEDRO SÁNCHEZ, EL CONTRADICTORIO

Llevaría razón Pedro Sánchez en casi todo lo dicho en su largo discurso de investidura si su partido hubiera sido la fuerza más votada en las elcciones del 20 de Diciembre, pero resulta que no fue la primera, sino la segunda en número de votos y escaños. Este "pequeño" detalle sitúa al líder del PSOE ante una contradicción  insuperable: los españoles votaron a favor del cambio, según él, pero tal cambio sólo es posible si lo encabeza el Partido Socialista.
Es verdad que el Presidente del Gobierno en funciones declinó la oferta formulada por el Rey y también es verdad que no ha hecho hasta el día de hoy ningún esfuerzo para ganarse el apoyo del resto de grupos políticos. Pero del bloqueo actual el principal responsable es el PSOE con su no, no y no a la idea de sentarse a negociar con el grupo mayoritario. Muchas de las propuestas o ideas formuladas por Pedro Sánchez en su discurso de investidura, su partido las podría haber obtenido del PP con sólo haberse mostrado dispuesto a conceder la abstención.  Pero Sánchez  no quiere perder la oportunidad de convertirse en el inquilino de la Moncloa, y de ahí sus insistentes requiebros a Podemos con la promesa de "podemos comenzar a hacerlo la semana que viene".
Con su hablar esdrújulo ( como casi todos los políticos españoles, por otra parte) Sánchez comenzó su discurso asegurando que los españoles no entenderían que los líderes de los distintos partidos se enzarzasen en una guerra de reproches, para luego decir que no hay pacto posible con un PP que se ha comportado de modo absolutista en la pasada legislatura. Después dijo  también que "los españoles no entenderían" que no se llegase a un acuerdo, cuando es evidente que si a día de hoy no existe ese acuerdo es, entre otras cosas, por su negativa rotunda a cualquier diálogo con el PP. Pero, claro, el líder socialista tiene un alto concepto de sí mismo y por eso él no exhibe líneas rojas, sino "fuertes convicciones". 
El mismo Sánchez explicó que, con los resultados del 20 de Diciembre en la mano,  no es posible formar un gobierno sustentado por dos fuerzas del mismo campo ideológico: Partido Popular y Ciudadanos, por una parte; y Partido Socialista y Podemos, por otra. "Nos hace falta el mestizaje ideológico", dijo el candidato, pero al parecer ese mestizaje sólo es positivo si es él quien lo encabeza, puesto que insiste una y otra vez en que los españoles quieren cambio y ese presunto deseo se concreta en que Mariano Rajoy tiene que hacer las maletas y salir de la Moncloa.
Demasiadas contradicciones las que se aprecian en el discurso del líder socialista, demasiado evidente el callejón sin salida en que anda metido desde la noche en que le dijo a Rajoy que no era un político decente. Aunque es muy posible que su maniobra de firmar un acuerdo más que aceptable con Ciudadanos le permita no poner contra las cuerdas a Podemos, pero sí arrebatarles algunos votos en las muy posibles elecciones del 26 de junio. El gran problema es si el PP, pese a las corrupciones y pese a tantas cosas feas de las que es culpable, vuelve a repetir esa noche como primera fuerza política del arco parlamentario español. ¿Seguirá insistiendo Sánchez en encabezar un "Gobierno del cambio" o tendrá un poco más sentido de estado y seguirá el consejo que recientemente daba Felipe González: el PP y el PSOE no deberían bloquearse recíprocamente porque eso puede llevar a la política española a la parálisis?