miércoles, 16 de diciembre de 2015

SÁNCHEZ CONTRA RAJOY: EL DEBATE QUE YO VI

    Hay que reconocer que un cara a cara electoral se parece mucho a un combate de boxeo en el que ambos púgiles buscan constantemente la manera de golpear en los puntos débiles del adversario al tiempo que tratan de proteger sus propias zonas más vulnerables. De esa comparación con la lucha en el cuadrilátero viene la manía de los medios de comunicación por averiguar quién ganó y quién perdió; y si la victoria fue por K. O. o a los puntos. 
     El aspirante socialista necesitaba hacer un buen papel para levantar el ánimo de los suyos ( probablemente decaído a tenor de lo que venían diciendo las encuestas ) y consolidar sus opciones de desalojar a Mariano Rajoy de la Moncloa o, cuando menos, asegurar para su partido la segunda plaza en una carrera que Podemos y Ciudadanos le están poniendo muy difícil. En coherencia con sus necesidades, Pedro Sánchez se lanzó al ataque en tromba desde el primer minuto, desde la primera intervención, que fue desperdiciada por completo, dado el nerviosismo que parecía mostrar el candidato. El actual jefe del Gobierno mostró más aplomo en sus palabras iniciales y consiguió perfilar sus objetivos con más claridad que el candidato socialista. A partir de ahí, Sánchez se fue adueñando de la cancha y consiguió arrinconar a Rajoy con los asuntos de la corrupción, los recortes en derechos sociales y laborales, el rescate de las entidades financieras, las mentiras a los españoles, etc. También es cierto que Rajoy contraatacaba cuanto podía  y puso al líder del PSOE en apuros cuando aseguró que los socialistas habían dejado a España hecha una ruina o cuando le exigió que explicase a la audiencia por qué él, como Presidente del Gobierno, había recortado el derecho de las mujeres a decidir sobre su maternidad. Para un espectador neutral podría decirse que el candidato socialista iba ganando a los puntos cuando el moderador, Manuel Campo Vidal, anunció que había llegado la hora del descanso. 
     Pero enseguida comenzó la segunda parte y Pedro Sánchez, tal vez mal aconsejado por alguno de sus asesores, pensó que era posible la victoria por K. O. y traspasó una línea roja que nunca debería haber pisado. "Para ser Presidente del Gobierno hay que ser una persona decente y usted no lo es", le dijo a Rajoy después de un duro intercambio dialéctico sobre la corrupción. Me asombra que muchos espectadores, después de haber oído al líder socialista una descalificación personal tan inaceptable, le dieran por ganador del debate. Y me asombra todavía más que el diario EL PAÍS le otorgara su apoyo  en un editorial en el que criticaba los presuntos insultos proferidos por el candidato popular y, más o menos, venía a decir que Rajoy es una nenaza que no soporta la dureza de los debates políticos que se llevan por el ancho mundo.
     Al parecer la mayoría de militantes y seguidores socialistas se han sentido eufóricos por la actuación de Pedro Sánchez, quien haciendo tabla rasa del pasado que representa, suele presumir de ser "un político limpio". Es muy probable que lo sea, en efecto, puesto que hasta la fecha presente no ha tenido oportunidad de ser otra cosa.  Pero yo le pediría a él y a sus seguidores que se acuerden del año 93, cuando Felipe González ganó las elecciones frente a un José María Aznar que no paraba de hablar de paro, despilfarro y corrupción y concluía cada frase con un "váyase señor González".  Sin duda Aznar podría haber presumido entonces de ser un político limpio frente a un González que acumulaba ya tres mandatos consecutivos y había presidido varios gobiernos bajo los cuales se habían cometido crímenes de estado y escándalos de corrupción como el de Luis Roldán, los fondos reservados y la financiación ilegal del Partido Socialista. ¿Tenía entonces Felipe González la decencia necesaria para presidir el Gobierno de España? Quizá deberían pensar en ello esos militantes y simpatizantes socialistas que se han sentido tan eufóricos por lo ocurrido en la noche del pasado lunes.
      No creo que Pedro Sánchez consiguiera atraer nuevos votos para su candidatura y creo que el gran riesgo al que se enfrenta es que acaben resultando proféticas las palabras que le dirigió su oponente: "De una derrota uno puede recuperarse, pero uno no se recupera nunca de una indignidad como la que ha cometido usted aquí esta noche".  Falta muy poco para que conozcamos el veredicto de los electores. 

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