lunes, 31 de agosto de 2015

GONZÁLEZ Y LOS SOBERANISTAS CATALANES

Solía decir  Felipe González, al poco de su salida del poder, que con los expresidentes del Gobierno ( que en  España son algo más que un simple exprimer ministro) pasa lo mismo que con los jarrones chinos: son piezas valiosas que no se sabe dónde colocarlas. Pero él mismo nos ha ofrecido este domingo pasado una valiente demostración de que los antiguos jefes del Ejecutivo pueden y deben servir para algo más que una función meramente decorativa. Pueden contribuir, con sus ideas, con sus conocimientos, con su influencia y con su experiencia, a la formación de eso que en sociología y política llamamos la opinión pública. Y esa contribución es especialmente necesaria cuando la nación ( o la nación de naciones, al decir decir de algunos) se enfrenta a problemas graves o se halla en una encrucijada en la que no resulta fácil elegir el camino correcto.
El desafío planteado por los nacionalistas catalanes, como lo fue en su día el desafío planteado por el Plan Ibarreche, es un problema grave, para los catalanes y para todos los españoles. Y lo que González ha venido a pedir a los ciudadanos de aquella comunidad, en su carta abierta publicada en el diario EL PAÍS, es que "no se dejen arrastrar a una aventura ilegal e irresponsable que pone en peligro la convivencia entre los catalanes y entre éstos y los demás españoles". La posición del expresidente socialista es casi idéntica a la de los actuales gobernantes del Partido Popular en el sentido de que hay que respetar, cumplir y hacer cumplir la legalidad constitucional, pero tiene la virtud de expresarla con palabras un poco más atinadas.
Con su toma de postura tan contundente, en la que subraya que  "ningún responsable puede consentir una política de hechos consumados y menos rompiendo la legalidad", González les está dando también una lección de gallardía a sus correligionarios en Cataluña, que se están quedando en los puros huesos por su falta de coraje para enfrentarse a las trampas, las mentiras y las ensoñaciones del discurso nacionalista. Es lamentable que los socialistas catalanes no hayan sido capaces de decirles a los ciudadanos de esta comunidad autónoma que Cataluña es parte de España y debe seguir siendo parte de España, no sólo porque lo dicen la historia y la legalidad constitucional, sino porque es lo mejor para todos. Es lo mejor desde el punto de vista de la libertad y los derechos democráticos garantizados para todos, es lo mejor desde el punto de vista de la convivencia en paz y en libertad, es lo mejor desde el punto de vista económico y de la prosperidad futura y es lo mejor - o cuando menos lo menos malo - desde el punto de vista sentimental y del lugar que ocupamos en este mundo. 
Necesitamos voces como la de González para derrotar a los nacionalistas en la arena política, con datos objetivos y con argumentos bien elaborados y bien planteados. Lo que no necesitamos es hacer más y más concesiones pensando que así se aplacará la fiera - cita González en su carta abierta lo ocurrido en la Italia y la Alemania de los años veinte y treinta del siglo pasado -. La reforma constitucional que proponen los socialistas catalanes sólo serviría para otorgar una nueva base de apoyo a las exigencias nacionalistas. Los hechos diferenciales ya están suficientemente reconocidos en la Carta Magana, ya tienen cauces suficientes para expresarse y ejercerse sin cortapisa alguna. Y lo que tienen que hacer los gobernantes nacionalistas elegidos por el pueblo es ejercer y dar cuenta de cómo ejercen las amplísimas competencias que tienen conferidas. Pero si en lugar de gobernar y procurar el bienestar de sus ciudadanos lo que hacen es adentrarse por un camino de ilegalidad y aventurerismo, entonces la única opción razonable, como si fueran una de las calamidades que atormentaban a Hamlet, será enfrentarse a ellos y derrotarlos.