sábado, 17 de mayo de 2014

MI DISCURSO A LA NACIÓN CATALANA (II)

Esta discrepancia en cuanto al sujeto titular de la soberanía es un callejón sin salida, que en el pasado casi siempre se ha resuelto por medio del enfrentamiento violento: quien tiene la fuerza obtiene la victoria y quien se alza con la victoria impone sus condiciones. En el mejor de los casos, y llevando las cosas hasta el extremo por esa vía romántica que los líderes del soberanismo han emprendido, nos encontraríamos en la siguiente situación: cada una de las partes niega a la otra su condición de sujeto político soberano y, por tanto, sólo nos quedaría el individuo como portador de unos derechos que son inalienables.

Nos encontraríamos en la situación absurda de emplazar a cada uno de los siete millones de ciudadanos catalanes a optar entre seguir siendo españoles o dejar de serlo y convertirse única y exclusivamente en ciudadanos catalanes. Esto conduciría, ni más ni menos, que a la desmembración de Cataluña, puesto que cada individudo, además de portador de sus derechos políticos, se iría hacia un lado u otro con los aproximadamente 4500 metros cuadrados de territorio que le corresponden a cada habitante de la comunidad catalana. Sería el caos, la peor de las pesadillas.

El derecho de autodeterminación, que es lo que se esconde tras el llamado derecho a decidir, no es aplicable a Cataluña. Pero lo que sí es aplicable, tanto a Cataluña como al resto de España, es el derecho a la integridad territorial de los estados. Este derecho, que nadie discute, es la creación jurídica que ha sido capaz de elaborar la comunidad internacional para preservar la paz. Porque poner en cuestión dicha integridad conduce inevitablemente al conflicto armado. Así que, por muy doloroso que os pueda resultar, queridos compatriotas catalanes la mejor contribución que podéis hacer a la convivencia pacífica es asumir vuestra condición de ciudadanos de un estado al que no queréis - qué le vamos a hacer - pero que os garantiza todas las libertades democráticas y no sólo eso, sino todas las condiciones para el progreso material, cultural y espiritual. A muchos nos habría gustado ser grandes pianistas, grandes escritores, pintores geniales o estrellas de cine, pero hemos tenido que aprender a convivir o a sobrellevar nuestra mediocre condición de ciudadanos anónimos. A vosotros os toca aprender a sobrellevar vuestra condición de españoles de pasaporte, aunque no lo seáis de corazón, cosa que nadie os pide, por otra parte.

miércoles, 14 de mayo de 2014

MI DISCURSO A LA NACIÓN CATALANA

Estimados amigos: iré directamente al grano, aunque sin ánimo de ofender. Creo que vuestro problema, lo que podríamos llamar el problema de Cataluña en España, no es tanto un problema político como un problema de psiquiatra o de psicoanalista. A vosotros - o a quienes dirigen el proceso que hemos dado en llamar soberanista- os resulta imposible aceptaros como sois, es decir, una parte más de España con sus virtudes y sus defectos.

Os preguntáis seguramente cómo es posible que Cataluña, un territorio más grande, con más población y con más riqueza que la mayoría de países que se sientan en la Asamblea General de Naciones Unidas, no haya conseguido tener un estado propio. Os hace ilusión, al parecer, tener fronteras, embajadas por todo el mundo y un ejército encargado de defender esas fronteras. Os gustaría llevar en el bolsillo un pasaporte distinto del actual. Creéis tener derecho a todo eso y no os cabe en la cabeza la posibilidad de que la comunidad internacional os lo niegue. Y, en efecto, tendríais todo eso - como lo tienen los portugueses, por ejemplo, después de haber formado parte del Reino de España durante algún tiempo- si la historia hubiera ido por otros derroteros. Así que os negáis a asumir la historia, vuestra herencia histórica, como esas personas que se niegan a asumir que son altas o bajas, rubias o morenas, feas o guapas y quieren convertirse en otra cosa distinta de lo que son a base de cosmética o cirugía plástica. Esas personas que no saben aceptarse a sí mismas acaban siendo contradictorias y poco de fiar.

Y la contradición suprema en que habéis caído vosotros o los líderes que dirigen el proceso actual es integraros en una coalición electoral que dice querer "acabar con la Europa de los Estados para ir hacia la Europa de los pueblos". ¿Cómo es posible querer acabar con la Europa actual de los estados cuando en el propio territorio se pretende convocar una consulta ciudadana para dar pié a la constitución de un nuevo estado?

Os han encandilado con un fantasmagórico "derecho a decidir", cuando lleváis decenios decidiendo lo que más os gusta en cada votación que se os ha presentado. Empezastéis por decir sí a la actual Constitución española, como dijeron sí la mayoría de los españoles que en aquella fecha tenían edad para votar. Algunos o muchos, en efecto, no pudistéis votarla porque ni siquiera habíais nacido y ahora os gustaría quizá ser llamados de nuevo para decir sí o no, lo que de nuevo nos lleva a esa dificultad vuestra para asumir la herencia histórica.

Ahora lo que queréis es una votación en la que el sujeto político serían únicamente los ciudadanos residentes en Cataluña y nos negáis al resto de españoles la condición de sujeto político decisorio. Pero si vosotros nos negáis al resto esa condición de sujeto político, ¿ por qué razón el resto sí habríamos de reconoceros a vosotros dicha condición de sujeto político soberano? (Continuará)