viernes, 25 de mayo de 2012

DEUTSCHLAND ÜBER ALLES

Hace algunos años, viajando en el tren de cercanías que une el centro de Madrid con la ciudad de Móstoles, disfruté durante un buen rato de una acariciante música interpretada con instrumentos de cuerda. Antes de acomodarme para descabezar un sueñecito, como era mi costumbre, caí en la cuenta de que aquella música que sonaba por el servicio de megafonía se parecía extraordinariamente al himno nacional de Alemania, que es uno de mis favoritos, junto con el de Estados Unidos. Pero me pareció asombroso que los gestores de las cercanías de RENFE eligieran para sus viajeros madrileños la agradable compañía de un himno extranjero, así que al llegar a la redacción llamé a nuestra corresponsal en Berlín y le comenté lo que me había sucedido en el tren. A ella, mucho más culta que yo, no le resultaba tan asombroso porque ese himno -me dijo- está basado en un cuarteto para cuerda compuesto por el inmortal Joseph Haydn. He recordado esta anécdota mínima al reflexionar sobre los problemas que están teniendo algunos países de la Unión Europea para colocar en los mercados sus emisiones de deuda pública mientras Alemania consigue financiarse a unas tasas de interés negativas. La patria alemana por encima de todo y de todos, viene a decir la letra de ese bello himno germano, de tan exaltada inspiración nacionalista que los aliados lo prohibieron en parte después de la Segunda Guerra Mundial. Probablemente lo peor del momento actual, desde el punto de vista de lo que Europa es y quiere ser en el futuro, es el terco empeño alemán en que cada uno trate de salvarse como pueda. Es desoladora esa insistencia fanática en hacernos pagar por unos pecados que, en buena parte, ellos mismos nos han ayudado a cometer. Téngase en cuenta que los bancos alemanes también contribuyeron con entusiasmo al inflado de la burbuja inmobiliaria y al presunto derroche consumista de los sureños, financiado a base de endeudamiento. La férrea voluntad germana de predominio sobre todos los demás llevó a dos guerras mundiales durante el siglo XX y ahora amenaza con echar abajo todo el proceso de construcción europea, del que el euro era el incuestionable buque insignia, posiblemente equivocado. Los alemanes, llevados de su dogmatismo fiscal y antiinflacionista, parecen confundir lo urgente con lo importante. Cuando alguien sufre un infarto y es llevado de urgencia al hospital, sería impensable que los médicos se dedicaran a aleccionarle sobre la importancia de observar unas costumbres de vida sana en lugar de emplearse a fondo en reanimarlo y recuperar sus constantes vitales. La llamada prima de riesgo es el infarto que sufren hoy una buena parte de los países de la eurozona. Pero nadie o casi nadie parece interesado en explicar que esa prima se debe tanto al incremento de los intereses que los inversores exigen por comprar nuestra deuda como al descenso de los intereses que se exigen por los bonos emitidos por el Gobierno de Ángela Merkel.Lo importante, hoy, puede que sea un plan de saneamiento de las finanzas públicas, pero lo urgente es evitar que la prima de riesgo mate al enfermo, lo urgente es estabilizar los mercados de deuda y asegurar la liquidez de todos los países. Alemania está hoy, como decíamos más arriba, financiando su deuda a largo plazo a tipos de interés reales negativos, una vez descontada la inflación. Y quizá debería aprovechar ese apetito extraordinario de los inversores para captar más dinero del que necesita y luego prestárselo a otros países que tienen más dificultades. Alguien podría alegar que ese sería un ejercicio de solidaridad absolutamente utópico, pero no lo es tanto: véanse, por ejemplo, los estatutos de la OTAN, que obligan a cualquiera de sus miembros a acudir en defensa de los demás si son atacados por un enemigo exterior. Pero el gobierno alemán no sólo se niega a prestar ayuda directa a los demás, se niega también a la emisión de los llamados eurobonos y a un papel más activo del BCE en defensa de la deuda de países como España, Italia y otros. Es evidente que esos deseados eurobonos supondrían un alivio para la mayoría y al mismo tiempo tenderían a encarecer la financiación de la deuda alemana. Pero el coste de esa operación, casi con toda seguridad, sería inferior a lo que han sido las aportaciones alemanas a los fondos estructurales y de cohesión de la UE. Y recuérdese que a cambio de esas aportaciones, Alemania se aseguraba un amplísimo mercado capaz de absorber una buena parte de la producción de su potente industria exportadora. Ahora parecen olvidados aquellos tiempos en que los ideales europeos se ponían por encima de los intereses nacionales. Alemania, en lugar de la solidaridad y la ayuda mutua, parece volver hoy por sus fueros nacionalistas, dispuesta a imponer su dominio sobre el resto de los socios comunitarios. Y por ahí pueden acaecernos nuevos desastres que hace poco tiempo nos parecían impensables.

sábado, 21 de enero de 2012

LOS MILITANTES DEL PSOE SE DEBATEN ENTRE PAPÁ Y MAMÁ

¿Quieres más a papá o a mamá? He aquí el dilema con el que muchos niños españoles (casi todos) comienzan a aprender lo dura, lo caprichosa y lo absurda que es a veces la vida. Un dilema que, medio en serio y medio en broma, se puede aplicar en estos días a los militantes socialistas, afanados en decidir quién será su nuevo Secretario o Secretaria General. He visitado el Instituto de Enseñanza Media Antonio Machado -la antigua y querida sede de la Universidad Laboral de Alcalá- que acoge a uno de los congresos regionales más importantes previos al Congreso Federal de Sevilla. El cogollo del meollo del bollo de estas asambleas regionales es la elección de los delegados que irán a Sevilla, pero las organizaciones políticas no pueden ceder a la tentación de rizar el rizo. En consecuencia, la votación se adorna con una buena cantidad de tareas accesorias y hasta un poco absurdas, como es el debate tedioso de las más de 5.000 enmiendas que al parecer han presentado los socialistas madrileños a la ponencia marco que se debatirá en la capital andaluza.
También en el congreso federal la tarea esencial -elegir al nuevo Secretario General-se adornará con el debate de unas cuantas cuestiones accesorias. No es baladí, sin embargo, la decisión sobre si elegir o no en primarias al candidato a la Presidencia del Gobierno. Carmen Chacón (entre los problemas que plantea su posible elección al frente de la Secretaría General está el de resolver si deberemos llamarla Carmen o "Carma": recuérdese que Josep Lluis Carod Rovira se mosqueaba mucho si se le llamaba José Luis) ya ha anunciado que, si es elegida, se someterá a unas primarias para que los militantes y/o simpatizantes la refrenden como aspirante a La Moncloa.
Esto de las primarias, moda importada a Europa desde Estados Unidos, se presenta por algunos como el no va más de la modernidad, la transparencia y la participación política de los ciudadanos, pero acabará siendo una pura competición de marketing entre los que puedan permitírselo, como ocurre al otro lado del Atlántico. Para colmo, ya los socialistas españoles atravesaron por una experiencia amarga debida a las primarias: Josep Borrell le ganó la partida a Joaquín Almunia con vistas a las elecciones generales del año 2000 y esto generó una situación interna insoportable, porque no estaba claro a quién correspondía ejercer el liderazgo.
Quizás la única manera de resolver estas situaciones de bicefalia sería cambiar nuestra cultura política: el partido y el grupo parlamentario dejarían de ser un instrumento al servicio del inquilino de La Moncloa y éste pasaría a ser un encargado de ejecutar la política decidida por el partido. O se hace esa separación -un poco al estilo de lo que tradicionalmente ha practicado en España el PNV- o lo mejor es que se mantenga el esquema actual en el que el líder o Secretario General del partido es, por definición, el candidato a la Presidencia del Gobierno.
Así, pues la tarea inmediata de los socialistas españoles es elegir un nuevo liderazgo en el primer fin de semana de febrero,pero la verdadera cuestión de fondo a la que se enfrentan, después del batacazo electoral, es su propia historia. Una historia de éxito indiscutible, pues todo lo que hoy conocemos en Europa como "estado del bienestar" es obra suya. Pero también una historia plagada de clamorosas traiciones a los principios, programas y promesas aprobados en sus congresos. Recuérdese que la III Internacional surge como consecuencia del olvido socialdemócrata del principio marxista de que "los trabajadores no tienen patria" para dedicarse a apoyar a unos gobiernos europeos que se habían embarcado en la aventura trágica de la I Guerra Mundial. Hoy vemos a los socialistas catalanes, partidarios unánimes de Carmen Chacón, dejándose embarcar junto a CIU en la aventura insolidaria del llamado "pacto fiscal", que no es otra cosa que la negativa de los más ricos a compartir la "tarta" con los menos ricos o más desfavorecidos, como se dice ahora.
¿Y qué decir de lo que hizo Felipe González con el referendum sobre la OTAN? Puede que los más jóvenes ya no lo recuerden, pero resulta que una consulta que iba a ser para salirnos de aquel pacto militarista (aunque ahora la OTAN sea percibida como una especie de ONG universal) acabó siendo un plebiscito para quedarnos. ¿Y qué decir de la actitud de ZP en la noche negra del 10 de mayo de 2010? Con la excusa de salvar a España -¿salvarnos de quién?- aceptó las presiones de Merkel, Sarkozy y otros integrantes del Consejo Europeo para olvidarse del programa que le había llevado a La Moncloa por segunda vez. Y en lugar de jugarse el todo por el todo convocando elecciones anticipadas, se adentró en un camino agónico que no podía desembocar en otra cosa que la derrota en las elecciones de noviembre de 2011.
Con Rubalcaba o con Chacón al frente, la tarea que tienen por delante los socialistas es recuperar la credibilidad perdida como partido de gobierno y como partido de izquierdas o por lo menos progresista. Tienen que aprender a respetar sus propios programas, a ser coherentes con sus promesas: el peor obstáculo al que hubo de enfrentarse Rubalcaba en la última campaña electoral fue el de ir prometiendo o proponiendo cosas que no habían hecho cuando estuvieron en el poder. Y otra tarea esencialísima que tienen por delante es la de evitar la disgregación, porque yo creo que existe el peligro de que el sistema de bipartidismo que hemos tenido hasta ahora en España se deslice hacia un sistema de partido casi único, con el PP acaparando todo el poder. Y a mí me parece que con Chacón como Secretaria General el peligro de disgregación aumenta, por lo cual creo que Rubalcaba es la opción más adecuada para esta hora difícil del PSOE.

jueves, 5 de enero de 2012

¿A QUIÉN ECHAMOS LA CULPA DEL DÉFICIT?

Dice Michael Corleone en una dramática secuencia de El Padrino III: "ardería en el Infierno si con ello pudiera garantizar la seguridad de mi familia". Mientras subo con esfuerzo esta empinadísima cuesta de enero de 2012, en la que se cumplen cuatro años desde mi salida de RNE, he recordado a uno de mis personajes cinematográficos favoritos. Porque algunas veces, atrapado por la impotencia o el desánimo, me he dicho a mí mismo: ardería en el Infierno con tal de que mis viejos compañeros me dejaran ir a echarles una mano como si fuera el último becario llegado a la redacción.
Lo peor del tiempo, además de su velocidad uniformemente acelerada, es que sólo corre hacia adelante y hacia abajo, como aquellos ríos de los que hablaba Jorge Manrique en sus coplas. No hay marcha atrás posible y quizá el infierno en que nos abrasamos sea esta imposibilidad de volver a vivir lo ya vivido.
No puedo, pues, reencarnarme en un becario. Pero sí puedo consolarme escuchando la radio ahora más que nunca. Y el otro día, mientras preparaba el desayuno, cogí al vuelo una pregunta que dejaba en las ondas una funcionaria del Estado. Qué culpa tengo yo del déficit -venía a decir la buena señora- para que ahora me hagan pagarlo reduciéndome el sueldo. Y remataba su intervención pidiendo que "alguien me lo explique".
Lo primero que yo le habría dicho a esta oyente -o escuchante, como dicen en el programa de Pepa Fernández- es que con el déficit ocurre como con el colesterol: hay uno bueno y otro malo. Puede hablarse de déficit bueno cuando su tamaño es moderado y viene causado por las inversiones del Estado en investigación, en mejora de las carreteras, de los ferrocarriles, de las escuelas públicas, de la sanidad, de la defensa nacional, etc. Y nos encontramos ante un déficit malo cuando su tamaño es demasiado grande y además está causado por los llamados gastos corrientes: pagos a proveedores, intereses de la deuda, gastos de personal, etc. Podríamos añadir que hay un déficit malo, pero inevitable y defendible: aquel que viene causado por las prestaciones sociales, principalmente la del desempleo, que se ha disparado a consecuencia de la crisis. De hecho, la caída de los ingresos y el incremento de la partida dedicada a los parados son los dos grandes boquetes que se han abierto en la línea de flotación de las cuentas públicas.
¿Quién tiene la culpa de todo esto? Para la mayoría de los ciudadanos la respuesta, creo yo, está muy clara: los políticos. Siempre es socorrido disponer de un muñeco con el que jugar al pim, pam, pum. Pero las cosas son un poco más complejas. Es cierto que hemos padecido la gestión de políticos despilfarradores y la propia estructura del Estado -tan descentralizada y con tanto cargo y tanto asesor nombrados a dedo- favorece un cierto descontrol. Pero aunque tuviéramos el país mejor mejor administrado del mundo y nuestros políticos fueran de una rectitud luterana, seguiríamos encontrándonos con un déficit importante; quizá no del 8 por ciento, como pregonan ahora los miembros del Gobierno, pero muy elevado en todo caso.
Entonces, respondiendo a la pregunta de la funcionaria, habría que decir que "culpables" del déficit somos todos, aunque haya algunos más culpables que otros: los evasores de impuestos, los corruptos, los que no controlan las partidas presupuestarias bajo su mando, los que perciben prestaciones indebidas. Si todos somos "culpables" -en la medida en que nos beneficiamos de esos desequilibrios en que incurren las administraciones públicas-,entre todos tendremos que cargar con la "penitencia", aunque ya se ha dicho aquí que lo malo del actual Gobierno es que reparte mal esa penitencia.
Por otro lado, con el déficit pasa lo mismo que con ciertas medicinas: que no se le pueden retirar al enfermo de forma brusca, sino poco a poco. Los planes actuales de la UE para retirar la medicina al enfermo a marchas forzadas son excesivos y nos van a hundir un poco más en la recesión. Y mientras haya recesión no mejorarán los ingresos, lo cual nos aboca a un amenazante círculo vicioso.

martes, 3 de enero de 2012

EL RECORTE DEL DÉFICIT Y LA IHR

Dinero llama a dinero –decían a veces los mayores en la barbería de la aldea remota-. Pero lo mucho a lo poco –remataba presto y con sorna alguno de los parroquianos-. La sabiduría popular nunca ha necesitado de la teoría económica para tener siempre presente que la riqueza –dejada al albur de eso que ahora llamamos los mercados- tiende a concentrarse en pocas manos.
En las medidas de ajuste aprobadas por el Consejo de Ministros en su última reunión de 2011 no hay absolutamente nada (más bien al contrario) para paliar este problema –esta injusticia- que viene agudizándose a lo largo de los últimos años: los ricos se hacen más ricos y los pobres se hunden un poco más en la pobreza. La Vicepresidenta habló pomposamente de un “recargo temporal de solidaridad” en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas. Pero todos sabemos que, en España, la recaudación por IRPF la soportan casi en exclusiva los asalariados y las denominadas clases medias. Las grandes fortunas no tributan por IRPF y prácticamente tampoco por el impuesto sobre las plusvalías del capital, puesto que disponen de una triquiñuela legal –las SICAV, Sociedades de Inversión de Capital Variable- que sólo está al alcance de quienes sean capaces de reunir un capital inicial mínimo de 2,4 millones de euros.
Al tiempo que se aprobaban las medidas del Gobierno, conocíamos el sueldo anual que ha tenido a bien asignarse a sí mismo el señor Presidente de Bankia, don Rodrigo Rato Figaredo, que fue Vicepresidente del Gobierno en la anterior etapa del PP: 2,3 millones de euros anuales en concepto de retribuciones fijas, a las que habrá que sumar una serie larga de conceptos variables. Un sueldo más de 10 veces superior a lo que cobra el Rey de España y a lo que cobraba el propio señor Rato cuando era Director Gerente del Fondo Monetario Internacional. ¿No debería el Consejo de Ministros haber incluido entre sus medidas algún recargo extra en el Impuesto de Sociedades para las empresas, públicas o privadas, que abonan sueldos tan “galácticos” a sus altos directivos? ¿Y no deberían las Comunidades Autónomas recuperar el Impuesto de Sucesiones, que tan alegremente se dedicaron a suprimir (o bonificar en un 99% de la cuota) bajo el liderazgo de doña Esperanza Aguirre?
El Ejecutivo del PP ha incumplido palmariamente las promesas electorales que hizo el señor Rajoy y las intenciones que expuso en el debate de investidura. Para justificar este proceder han recurrido al mismo expediente que en 1996: echar la culpa a los anteriores. Creo que fue Joaquín Leguina quien acuñó el concepto de la Insoportable Herencia Recibida (IHR) para poner en evidencia esta táctica marrullera de los populares. Todavía recuerdo a José María Aznar asegurando en los mítines que los socialistas les habían dejado en herencia una “Seguridad Social en quiebra”. Y ahora la señora Ministra de Trabajo ha dicho a sus seguidores que no han tenido más remedio que hacer lo contrario de lo que prometían porque “los socialistas nos han dejado una España en ruinas”. Pero ni la Seguridad Social estaba en quiebra entonces ni España está en ruina ahora. Si hace 15 años mintieron para no asumir sus propias responsabilidades, ¿qué motivo podemos tener ahora para creer que nos están diciendo la verdad?
Todos los ciudadanos éramos conscientes, creo, de que habría que hacer recortes, ajustes y sacrificios para reducir el déficit. Pero el Gobierno del PP reparte de manera injusta esos sacrificios y además intenta que otros carguen con las culpas. No parece que sea una manera muy brillante de comenzar la tarea que le encargaron los electores. A ver si comparece el señor Presidente en el Congreso y nos ofrece algo que se parezca a una explicación.