jueves, 27 de enero de 2011

REFORMA DE LAS PENSIONES: LA NOCHE DEL GRAN TIJERETAZO

En la madrugada pasada, según hemos podido saber, el Gobierno de ZP y los dos principales sindicatos del país han conseguido cerrar un principio de ac uerdo sobre la reforma de las pensiones. Son tres cambios básicos que, juntos y sumados, suponen un recorte sustancial de las expectativas de futuro de muchos millones de trabajadores. El tijeretazo -siempre será discutible si era imprescindible o no- se asienta sobre tres patas: En primer lugar, se aumenta el número de años necesarios para tener derecho al cien por cien de la base reguladora: actualmente está en 35 años y pasará a ser de 38,5 para quienes quieran jubilarse a los 65 y de 37 para quienes se retiren a los 67. En segundo lugar, se aumenta el número de años que se toman como referencia para calcular la citada base reguladora: hasta ahora eran los últimos 15 años y se aumentará progresivamente hasta llegar a los 25. Y en tercer lugar, se retrasa de 61 a 63 años la edad a partir de la cual es posible la jubilación anticipada.
El efecto de todas esas medidas será una rebaja no tanto de las pensiones ya existentes, sino de las pensiones que recibirán los futuros jubilados. Esto reundará naturalmente en que el gasto total en pensiones disminuirá en relación con el PIB: si ahora estamos en torno al 10 por ciento anual, muy por debajo de la media europea, en el futuro puede ser aún menor, lo que incrementaría, por tanto, la brecha con la media europea.
La presión de los mercados y la presión de las políticas neoliberales que se han apoderado de la UE, han impuesto esta reforma, frente a la que los sindicatos han hecho lo que han podido, que no era mucho. Está claro a favor de quién está hoy la correlación de fuerzas en la UE y, entre meterle un buen bocado a los derechos generados por los trabajadores con sus cotizaciones o subir los impuestos si hace falta, se opta por lo primero: el resultado, me temo, es que el reparto de la riqueza en España, durante los próximos años, tenderá a ser más desigual, más injusto, como ya está ocurriendo gravemente en los Estados Unidos.
Lo único que cabe agradecer al Ejecutivo de ZP es que, al menos, se haya avenido a pactar la reforma con los agentes sociales, lo cual sin duda ha evitado que fuera aún más injusta. Es injusta no tanto porque no fuera necesario ir adoptando alguna medida correctora, sino por el efecto combinado de todas ellas. Difícilmente, en el futuro, alguien conseguirá tener derecho al cien por cien de su base reguladora: los jóvenes cada vez encuentran más dificultades para acceder al mercado laboral, la mayoría de los contratos son en precario y por tanto serán muy numerosos los periodos sin cotización, y encima se aumenta el número de años necesarios. A ver si por lo menos los mercados nos dan una alegría, pero mucho me temo que tampoco.

jueves, 20 de enero de 2011

LEY ANTITABACO: LOS AUTÓNOMOS MIENTEN COMO BELLACOS

Uno de los placeres que nos ha traído este 2011 es la posibilidad de estar a gusto en los bares, incluso cuando éstos se encuentran abarrotados de clientes. No creo que haya un solo fumador que vaya a dejar de ir a tomarse su café o su cañita por el hecho de no poder fumar dentro del bar, del mismo modo que antes de la prohibición absoluta los no fumadores soportábamos los ambientes cargados hasta el extremo con tal de compartir un rato de charla con los amigos.
Pero España es un país de quejicas, un país de vividores, un país en el que se miente cuanto haga falta con el objetivo de no dejar de chupar de la teta de la vaca. Leo una información sobre una encuesta llevada a cabo por ATA ( la Federación Nacional de Asociaciones de Trabajadores Autónomos) entre los autónomos de la hostelería. Según dicha encuesta, los autónomos de este sector (con el que el resto de los españoles mantenemos una estrecha relación de amor/odio) aseguran que la entrada en vigor de la nueva ley antitabaco está disminuyendo sus ingresos en un 60 por ciento. Además, con la benemérita intención de meter mucha presión por arriba y mucho miedo por abajo, nada menos que el 55 por ciento aseguran que tendrán que despedir a alguno de sus empleados.
El presidente de ATA es don Guillermo Amor, un hombre de cuyos buenos propósitos no hay por qué dudar y al que tuve el placer de conocer y entrevistar cuando yo era un periodista en activo y presentaba en RNE el programa Parlamento. Lo que también puedo decir es que el otro día le vi en una entrevista televisiva y, por sus declaraciones, quedaba clarísimo que está en contra de la nueva ley aprobada por el Parlamento, que no por el Gobierno de ZP.
Cabe sospechar, por tanto, que la encuesta de ATA ha sido convenientemente "cocinada" para que el señor Amor pueda exhibir algunos números en los que sustentar sus diatribas contra la nueva ley. Y cabe sospechar, además, que airean esas cifras con vistas a ir abonando el terreno para solicitar más ayudas y más ventajas fiscales. Porque eso de que sus ingresos se han reducido en un 60 por ciento no se lo creen ni ellos. Y si se han reducido, seguramente será más por culpa de los precios tan "abusadores" que suelen aplicar que por culpa de las nuevas prohibiciones impuestas a los fumadores. Que no nos vengan con mandangas los queridos amigos del gremio hostelero: ahora es cuando de verdad se puede disfrutar de bares y restaurantes. Y si el goce no es completo se debe a la cantidad de veces que nos vamos para casa con la sensación de haber sido víctimas de un atraco. Y en cuanto a los presuntos despidos: menos lobos, Caperucita...Y cumplan como es debido lo estipulado en los convenios y demás leyes laborales y tributarias.

lunes, 17 de enero de 2011

EL PRECIO DE LA VIVIENDA Y LOS MERCADOS FINANCIEROS EN 2011

Quienes sois lectores habituales de ZD sabéis que soy un aficionado a los mercados financieros en general y a la Bolsa en particular. Los hombres, además de pura vanidad, somos pura contradicción: no creo que haya nada más antitético que la Bolsa y sus connotaciones especulativas respecto de las ideas notablemente izquierdistas que se defienden en este cuaderno de bitácora.
Y como la ignorancia suele ser atrevida, incluso me atrevo a hacer pronósticos y a dar consejos sobre qué hacer cuando llegan las tormentas: podéis comprobarlo leyendo algunas de las entradas anteriores. El caso es que el año pasado, por estas fechas, me aventuré a pronosticar que en 2010 el índice Ibex 35 -la gran referencia de la renta variable española- acabaría el ejercicio más o menos al mismo nivel en que había terminado 2009. Me equivoqué rotundamente, porque el Ibex terminó el año pasado con una caída de más del 17 por ciento. Quede aquí constancia del yerro, aunque éste no fue óbice para obtener unos resultados aceptables en el manejo de mis exiguos ahorros.
Para este 2011 no me atrevo a hacer pronósticos, aunque tomo nota de que el ejercicio ha comenzado mucho mejor de lo que cabría esperar. Y de la renta variable paso al ladrillo, que fue el paraíso de los inversores y lleva unos años convertido en el infierno de casi todos.
Leo en la edición digital de algunos periódicos que el precio de la vivienda nueva cayó un 3,5 por ciento en 2010 y que ya lleva acumulado un descenso de más del 13 por ciento con respecto a los máximos que alcanzó en 2007. Probablemente el descenso real es mayor del que reflejan las estadísticas oficiales y, desde mi punto de vista, es bueno que los precios del ladrillo no recuperen la senda alcista, porque entonces volveríamos a las andadas. A pesar de los recortes de los últimos años, hay que decir que el precio medio de la vivienda nueva se sitúa en el mercado libre en unos 1825 euros el metro cuadrado, lo cual quiere decir que un piso de 100 metros cuadrados alcanza los 200.000 euros, si incluimos los costes asociados a la compraventa. Lo dramático es que esos 200.000 euros multiplican nada menos que por 9 veces el sueldo medio bruto de un trabajador español.
Y si hablamos de la vivienda protegida, el precio medio del metro cuadrado se situó a finales de 2010 en 1163 euros. El mismo piso de 100 metros tendría en este caso un coste total de unos 126.000 euros, y multiplica por más de 5 el salario medio, lo cual tampo es moco de pavo.
Así que necesitamos que los precios sigan moderándose para purgar los excesos de la burbuja anterior. Y hasta me atrevería a decir algo mas: lo que de verdad necesitamos es que la vivienda deje ser el activo preferido para la inversión. Hay que recordar que la vienda, antes que ninguna otra cosa, es un derecho constitucional y muchos compatriotas han visto imposibilitado el ejercicio de ese derecho por culpa de la manía especulativa que nos entró a todos y que nos llevó a poner los precios del ladrillo por las nubes.
Queridos lectores de ZD, termino por donde empezaba: no me atrevo a hacer pronósticos, pero sí me atrevo a dar una recomendación. Vamos a olvidarnos, al menos por ahora, del ladrillo y vamos a canalizar los ahorros y la inversión hacia la deuda pública y -los más intrépidos- hacia la renta variable. No le haremos mal a nadie y en cambio le estaremos haciendo un bien a España, por lo menos a esa parte de España que ve el acceso a una vivienda digna como un sueño inalcanzable.

viernes, 14 de enero de 2011

AZNAR Y GONZÁLEZ EN LA LIGA DE LOS GALÁCTICOS

El comienzo de año nos ha traído el sonado fichaje de José María Aznar por la eléctrica ENDESA para tratar de aumentar su penetración en Iberoamérica. Unos días antes del fin de año se había anuncido el fichaje de Felipez González por Gas Natural/Fesonsa. Se conoce que la dedicación natural de los ex-presidentes es dedicarse a hacer dinero, aunque hasta donde sabemos el "cáché" de Aznar y González queda muy lejos de los que gozan un Bill Clinton o un Tony Blair.
Ya sabemos que para una buena parte de la humanidad -ahora que Benedicto XVI anda tan enredado con el Purgatorio -el camino hacia el cielo pasa por el éxito en el intento de ganar dinero. Pero lo sorprendente en el caso de nuestros ex-presidentes esa la asombrosa capacidad que tienen para acumular diferentes fuentes de ingresos. El Estado les paga una pensión, más los gastos que les ocasiona su seguridad personal y el mantenimiento de su despacho. Además prestan servicios en una pluralidad de tareas: Aznar, por ejemplo, también se dedica, o se dedicaba, a ser consejero de algunos fondos de alto riesgo.
Y, como era de esperar, entre sus múltiples tareas incluyen la de urgirnos a llevar a cabo las reformas precisas para que los pensionistas cobren menos, los parados tengan menos protección, los trabajadores tengan peores salarios y menos derechos, para que haya menos impuestos directos y más impuestos indirectos, etc. ¿Qué hacer contra tanta cara dura? A lo mejor el último refugio es leer discursos como el de Obama en el funeral de Tucson, discursos que infunden esperanza, que nos ayudan a creer en nosotros mismos, ya que en los demás no podemos confiar. Discursos que son sólo palabras -lo sabemos muy bien- pero son palabras que curan, como le dijo una asistente al Presidente de los Estados Unidos. Aquí, por desgracia, no escuchamos palabras que curan, sino que asistimos estupefactos a decisiones y actos que hieren.

lunes, 3 de enero de 2011

EL RETRASO DE LA EDAD DE JUBILACIÓN Y LA SOSTENIBILIDAD DE LAS CUENTAS PÚBLICAS

Comienzo esta primera "entrada" del nuevo año deseando un muy feliz 2011 a todos los lectores de ZD, que seguirá siendo fiel a su vocación de observar y comentar las cosas que ocurren en la actualidad política y económica. Y comenzamos el ejercicio enlazando con lo que decíamos al final de 2010, ya que el texto que os ofrezco a continuación viene a ser la continuación del anterior. Entre medias de ambos se produjo la comparecencia de fin de año de Rodríguez Zapatero. Ninguno de los argumentos empleados por el Jefe del Gobierno invalida lo que aquí se cuenta.
Criticábamos en una "entrada" anterior la escasa voluntad negociadora que está demostrando el Gobierno de ZP en el delicado asunto de la reforma de las pensiones. Y por reforma tenemos que entender recortes, no en las pensiones ya reconocidas por el Estado, sino en los derechos y expectativas de quienes hoy somos cotizantes y estamos en camino de llegar a convertirnos en perceptores. Es evidente que estamos ante uno de los grandes problemas a los que se enfrenta nuestra sociedad: el de cómo asegurar las rentas de un número cada vez mayor de pensionistas. El gasto en pensiones es la parte del león del gasto público en España y en los países de nuestro entorno; y cualquier política responsable necesariamente tiene que tener entre sus prioridades la de mantener bien embridada esa partida.
¿Qué quiere decir bien embridada? Aquí ya entramos en el terreno del debate político e ideológico y no sólo en el del debate técnico o el cálculo actuarial. Actualmente, el gasto en pensiones representa el 10 por ciento del PIB en números redondos. Y tiende a crecer entre un 0,1 y un 0,2 del PIB por año, principalmente por dos razones: por el incremento del número total de pensionistas y porque el promedio de las nuevas pensiones que se reconocen es superior al promedio de las pensiones que cobraban quienes pasaron a mejor vida. Pero tampoco es una tendencia lineal, porque depende de la tasa de crecimiento económico. En los tres lustros que van de 1993 a 2007 –años de intenso crecimiento de la economía española- el gasto en pensiones llegó a situarse en torno al 8 por ciento del Producto Interior Bruto. Fue en esos años de superávit en la Seguridad Social –gracias a los más de 20 millones de cotizantes que llegó a haber en algún momento- cuando se decidió crear el Fondo de Reserva de las Pensiones, que en la actualidad supera la cifra de 65.000 millones de euros.
Para los partidarios de menos impuestos (sobre todo impuestos directos, ya que contra los indirectos nunca tienen nada), mantener embridada la partida de las pensiones significa llevar a cabo todos los recortes que hagan falta para evitar que aumente la porción que representan del PIB. Para el abajo firmante, no pasa nada aunque lleguen a representar -como ya reporesentan en los países europeos más importantes- el 12 ó el 13 por ciento del PIB, cosa que, al ritmo actual, podría suceder dentro de 30 ó 40 años. Aquí podríamos invocar el famoso dicho de Keynes, según el cual, a largo plazo todos estaremos calvos. Téngase en cuenta, además, que si a día de hoy el Fondo de Reserva representa más de medio año del pago de prestaciones, para dentro de dos o tres décadas muy bien podría representar cuando menos un año o año y medio. Quiere decirse que sólo con sus rendimientos daría de sobra para cubrir esa décima o dos décimas más de PIB a que nos referíamos más arriba. Así, pues, necesitamos seguramente retejar la casa, pero sin prisas y sin atropellos. Desde luego, no necesitamos para nada las urgencias que dicen sentir (por razones ideológicas y no científicas evidentemente) los señores de la OCDE y que por desgracia parecen haberse contagiado al señor Presidente del Gobierno de España.
Una de las razones que se alegan para una medida tan drástica como retrasar a 67 años la edad de jubilación (reconozcamos, en todo caso, que no sería tan drástica si se aplica a un ritmo de un mes más por año), es que en el futuro no habrá cotizantes suficientes para “soportar” la carga que representarán los pensionistas. Quienes defienden este pronóstico tan sombrío, deberían hacer un esfuerzo por ver la ecuación desde otra perspectiva: muchos de nuestros jóvenes actuales y de los niños que ahora están en la escuela van a tener un empleo gracias a la demanda creciente de servicios que representan los mayores de 65 años. La transferencia de renta no va a ser sólo desde los jóvenes cotizantes hacia los jubilados protegidos. Hay que considerar, además, dos aspectos decisivos del problema. El primero, que las pensiones no están exentas de impuestos y que una parte de las prestaciones futuras podría pagarse con impuestos y no con las cotizaciones (como ya se hace, por cierto, con los llamados complementos a mínimos y con las prestaciones no contributivas). Y el segundo, la productividad. El tamaño de la “tarta” que tendremos para repartir (el tantas veces mentado PIB) depende más de la productividad general del sistema económico que del número total de activos. En los llamados años del hambre, por ejemplo, el 70 por ciento de la población activa española estaba en el campo. Hoy en día apenas el 3 por ciento está ocupada en la agricultura y la ganadería, pero disponemos de más alimentos que nunca en nuestra historia.
Retrasar la edad de jubilación, por otra parte, agravaría el problema de la falta de puestos de trabajo para los jóvenes. Sería mejor, a mi juicio, dejarla tal como está, es decir, voluntaria y no obligatoria a los 65; y con los incentivos que se aprobaron durante el primer mandato de Rodríguez Zapatero para quienes voluntariamente retrasan la edad de retiro. Desde la perspectiva de mantener controlado el crecimiento del gasto en pensiones, es más equitativa la ampliación del período de cálculo y probablemente sería suficiente por ahora. En la actualidad se toman los últimos 15 años de cotización, pero en el proyecto de reforma que aprobará el Gobierno a finales de enero ya se incluirá una ampliación hasta los 20 años; y en el futuro podría ampliarse hasta los 25 ó incluso más. Aunque algunos trabajadores podrían salir beneficiados, el efecto estadístico de esta ampliación sería el de rebajar la cuantía media inicial de las pensiones que se reconocen cada año.
Otras dos medidas que podrían incluirse en los cambios que prepara el Ejecutivo serían la ampliación del número de años necesarios para tener derecho a una pensión contributiva (15 en la actualidad) y también del número de años de cotización para tener derecho al 100 por cien de la pensión (35 en la actualidad). Ambas cosas serían excesivas e injustas, sobre todo la segunda, ya que, dadas las condiciones del mercado laboral en España, difícilmente los jóvenes actuales conseguirán llegar a la edad de retiro con 35 años de cotización a sus espaldas.
En definitiva, pues, el Gobierno debería negociar los cambios con los interlocutores sociales y luego aprobarlos en el Parlamento mediante un acuerdo amplio y no imponiendo una mayoría contraria al sentir de sus propias bases sociales, como demuestra la airada reacción de los sindicatos. Gobernar por la vía del ordeno y mando no va a calmar a los insaciables mercados y va a generar conflicto social, porque agravará la injusta distribución de la renta que ya padecemos.