jueves, 9 de diciembre de 2010

CRISIS DE LA DEUDA: VAMOS A CONTAR VERDADES

Estimados lectores de ZD: En vista de las cosas que le están pasando al Gobierno de ZP, a uno le dan ganas de preguntarse si no les habrá mirado un tuerto. Lo más crudo ha sido lo de los controladores, que como tantas cosas en esta España nuestra, viene de atrás, de muy atrás. El secuestro de cientos de miles de personas a manos de un puñado de privilegiados ha sido resuleto "manu militari", pero ¿qué pasará con esa emboscada permanente que parecer tendernos los "mercados"? Tratando de dar respuesta a esa pregunta, publiqué en días pasados un artículo en DIARIO DE ALCALÁ, cuyo texto someto ahora a vuestra consideración.


CRISIS DE LA DEUDA: VAMOS A CONTAR VERDADES

“La verdad es el único patriotismo exigible”, decía este papel en su editorial del jueves día 25 de noviembre. Se refería al “castigo” que está sufriendo la deuda española en los mercados financieros y, por alusiones, a la polémica entre el Gobierno y el PP por las dudas que sembró el portavoz popular sobre la veracidad de los datos estadísticos ofrecidos por el Ejecutivo. Terminaba el editorialista pidiendo “la verdad y nada más que la verdad” sobre las medidas quirúrgicas y dolorosas que hay que adoptar. Lo malo es que no hay una única verdad, sino muchas, y algunas están quedando ocultas o no se señalan con la debida contundencia.
La primera verdad es que estamos inmersos en una crisis de confianza (lo cual no deja de ser el pan de cada día en los mercados financieros) y algunos tratan de aprovecharla para imponer unos recortes sociales y laborales injustos y desproporcionados. En España, se han congelado las pensiones a pesar del superávit en la Seguridad Social y a pesar del famoso Fondo de Reserva (más de 65.000 millones en la actualidad) que habíamos constituido para hacer frente a los momentos de dificultad. En Irlanda se recorta el salario mínimo y se despide a miles de funcionarios a pesar de que el agujero en las cuentas públicas está ocasionado por la mala gestión de los bancos.
La segunda verdad –demostrable con un sencillo ejercicio aritmético- es que, a los precios actuales, comprar deuda alemana es perder dinero en términos reales, mientras que comprar deuda española puede ser rentable con un altísimo porcentaje de probabilidades. Pero aquí nos encontramos con otra verdad “colateral”: el miedo y las incertidumbres, que tienden a provocar los comportamientos que Alan Greespan definía como la “exhuberancia irracional de los mercados”.
La tercera verdad es que la llamada “prima de riesgo” ha subido hasta niveles récord, muy anteriores a la puesta en marcha del euro, pero no se está destacando suficientemente que ese incremento se debe tanto a la subida de la rentabilidad de los bonos españoles como a la caída de la rentabilidad que se exige a los alemanes.
La cuarta verdad es que la crisis actual se parece en muchos aspectos a la que sufrió hace veinte años el Sistema Monetario Europeo. Y se tiene la impresión de que las autoridades políticas y económicas de los países de la UE no están encontrando la forma adecuada de atajarla. De hecho, el modo en que se ha llevado a cabo el rescate de Irlanda ha dado una pista infalible a los especuladores. Ahora saben a ciencia cierta que, si consiguen llevar los precios de los títulos a un determinado nivel, se producirá la intervención europea, y esa intervención se traducirá en importantes ganancias. Sería interesante saber quién ha estado comprando y vendiendo deuda irlandesa mientras crecían desaforadamente las presiones sobre el Gobierno de la isla.
La actividad de los especuladores –todos lo somos o podemos serlo en mayor o menor medida- se basa en aprovechar a fondo los mecanismos del mercado. Y no se olvide que en el mercado cuentan tanto o más los factores psicológicos que los datos objetivos. ¿Qué están haciendo algunas autoridades para combatir o contrarrestar la manipulación evidente de esos mecanismos del mercado? Desde mi punto de vista, cuando menos están sembrando dudas sobre de parte de quién están. El señor Gobernador del Banco de España comparece públicamente para exigir más rapidez en el retraso de la edad de jubilación. Por el mismo precio, que es el sueldo que le pagamos entre todos los españoles, podría haber expuesto las razones por las que, a día de hoy, es más interesante invertir en deuda española o irlandesa que en deuda alemana. Y el señor Almunia, Vicepresidente de la Comisión Europea, no tiene reparos en echar un poco más de sal en la herida con sus comentarios sobre las dudas de los mercados acerca de España. ¿No podría haberse esforzado un poco en desviar las dudas hacia otro sitio? Cuán diferente es la actitud de estos dos señores de la observada por el Presidente del Banco de Santander, Emilio Botín, quien acaba de anunciar con todo lujo de detalles que ha invertido 15 millones de euros en títulos de la empresa que preside, justo cuando la cotización de esos títulos está cayendo un 33 por ciento en lo que llevamos de año. A eso se le llama emitir una señal de confianza, aunque por desgracia no todos estamos en condiciones de emitir señales tan poderosas.
La quinta verdad es que España ni está asfixiada por los intereses que tiene que pagar ni por el volumen total de su deuda, que es inferior a la alemana y a la media europea en relación con el PIB. Pero aquí nos topamos con una sexta verdad: ningún país puede sobrevivir si nadie le presta a precios razonables, del mismo modo que ningún banco puede sobrevivir si todos sus clientes retiran el dinero al mismo tiempo. A lo largo de todo este año, el Tesoro español ha estado colocando bonos a diez años a tipos de interés que no superaban el 4 por ciento. La Generalitat catalana acaba de completar con éxito una emisión al 4,75 (si bien es cierto que a plazo de un año). Y ninguno de los datos objetivos que estaba sobre la mesa ha variado sustancialmente, lo único que ha variado es la percepción psicológica de unos inversores que se han acostumbrado a operar con los títulos de presunta renta fija como si fueran de renta variable.
Después de tantas verdades, contemos al menos una mentira. Ya van diciendo por ahí algunos analistas que si la rentabilidad del bono español llega al 6 por ciento la situación será “insostenible”. ¿Insostenible por qué? ¿Porque lo dicen ellos o porque es una verdad revelada, como las Tablas de la Ley? La Vicepresidenta Económica no quiso entrar a este trapo en la rueda de prensa del Consejo de Ministros, pero según mis cálculos a ojo de buen cubero, esa posible subida podría suponer en 2011 un coste adicional para las arcas del Estado de unos 1.500 millones de euros. Evidentemente, habría que recortarlos de alguna otra partida, pero no parece que sea una cantidad como para echarse a temblar.
¿Cabe hacer una llamada al patriotismo? Yo creo que sí, del mismo modo que se hacen cuando un país se enfrenta a una guerra o a una grave amenaza exterior. Pero de momento se trata sólo de una llamada a la racionalidad, al cálculo aritmético puro y duro: con la deuda germana al 2,7 y la española al 5,3 es mucho más prometedora la orden de “comprar España”, que la de “vender España y comprar Alemania”. En poco tiempo sabremos si la racionalidad consigue vencer al miedo y a la especulación.

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