domingo, 28 de marzo de 2010

AHORROS PARA LA VEJEZ Y FONDOS DE PENSIONES: EL GRAN ENGAÑO

Por razones personales que no hacen al caso, se me pasan los días sin encontrar el tiempo y la inspiración para atender un poco más este cuaderno de bitácora en el que voy publicando mis reflexiones. En relación con la última entrada, informo a todos los amables lectores que el ganador de las Elecciones para el Rectorado de la Universidad de Alcalá fue Fernando Galván, quien ya ha comenzado a tomar decisiones muy polémicas, como despedir a la que hasta ahora había sido la directora del Gabinete de Prensa. Con razón se dice por ahí que el periodismo es una de las profesiones más peligrosas del mundo.
Agradezco a todos las visitas de estas últimas semanas y os ofrezco aquí, en rigurosa pimicia, el artículo que este mismo domingo he enviado a la redacción de Diario de Alcalá. Un artículo en el que vuelvo sobre uno de mis temas favoritos. Lo ideal habría sido escribirlo al día siguiente de la solemne estupidez dicha por el Ministro Corbacho sobre los planes privados de pensiones, pero una cosa es lo que uno desearía hacer y otra lo que consigue hacer.

AHORROS PARA LA VEJEZ Y FONDOS DE PENSIONES: EL GRAN ENGAÑO

Hubo un tiempo, no muy lejano, en el que uno podía ir juntando un capitalito con la esperanza de disfrutarlo ventajosamente llegada la edad de retiro. La fórmula más extendida para hacerlo tenía algunos inconvenientes de mucho calado, el mayor de los cuales consistía en que, tanto las aportaciones hechas como los rendimientos acumulados, constituían unos denominados “derechos consolidados”, sí, pero también cautivos durante lustros o décadas hasta que el titular de los mismos podía rescatarlos por el procedimiento de cuidarse mucho a fin de llegar vivito y coleando a la jubilación.
Otro inconveniente que no fue tenido en cuenta – ni por los ahorradores ni por las autoridades públicas, siempre tan entusiastas con el ahorro a largo plazo- eran las comisiones leoninas que las entidades gestoras de los fondos de pensiones fueron autorizadas a aplicar. Comisiones que se cargaban a rajatabla, tanto si había ganancias como pérdidas, y que podían llegar –sumando la gestión y el depósito- a un 2,6 por ciento anual del patrimonio acumulado.
Quizá el motivo por el que mucha gente no reparó en este segundo inconveniente fue que cuando comenzaron a generalizarse los fondos de pensiones –hace unos veinte años- los rendimientos anuales de la deuda pública (y con ellos los de las emisiones privadas) estaban por encima del 10 por ciento anual. Cuando los rendimientos cayeron hasta situarse en una tercera parte de lo que habían sido, las entidades gestoras –todas ellas controladas por bancos y cajas de ahorros- mantuvieron sus comisiones. Algunas, cierto es, decidieron hacer un gran alarde de generosidad con sus clientes y rebajaron sus comisiones hasta situarlas en el entorno del 2 por ciento anual. En cualquier caso, esas comisiones de gestión y depósito, que al principio representaban una cuarta parte de los rendimientos brutos anuales que podía esperar un ahorrador (llamado partícipe en la jerga del sector), hoy en día representan la mitad o más de los rendimientos previsibles.
Ante el hecho incontrovertible de que muchos fondos estaban obteniendo rendimientos anuales negativos ( o sea, pérdidas), las gestoras dijeron a sus partícipes: si queréis obtener mayores rendimientos tendréis que asumir un riesgo más elevado. Y, en consecuencia, una parte de los patrimonios fue invertida en renta variable, con resultados podríamos decir que desiguales, pero, en general, tirando a catastróficos. El balance de todo ello es que hoy en día cientos de miles de partícipes tienen unos “derechos consolidados” cuya cuantía es inferior a la suma de las aportaciones que han venido haciendo desde que abrieron con ilusión de neófitos su fondo de pensiones. Otros cientos de miles han tenido más suerte y la suma de sus “derechos consolidados” es superior a la suma de aportaciones, aunque no llega a lo que habrían conseguido por sí mismos limitándose a colocar los ahorros en sucesivas imposiciones a plazo fijo.
Según datos de la Asociación de Instituciones de Inversión Colectiva, el 96 por ciento de los fondos de pensiones ha obtenido en los últimos diez años una rentabilidad media anual inferior a la inflación, que ha sido del 3,2. Así que los únicos que tienen algo que celebrar son las gestoras, que se llevan cada año unos dos mil millones de euros, tanto si llueve como si escampa.
Es verdad que, desde el punto de vista fiscal, los fondos presentaban un par de atractivos –uno falso y el otro verdadero- que parecían compensar, al menos en parte, este desalentador panorama que acabamos de describir. El atractivo falso –que sigue en vigor- es el de la desgravación de las aportaciones en la declaración de la renta. Es falso porque en realidad no hace otra cosa que aplazar el momento del “ajuste de cuentas” con la hacienda pública, ajuste que se lleva a cabo cuando el partícipe reúne las condiciones legales para disfrutar de su dinero y al tipo marginal que le corresponda. Como mínimo un 24 por ciento sobre la totalidad de los “derechos consolidados” y como máximo un 43. Del “ajuste final” no se salva nadie (bueno, puede que algunos sí), tanto si decide recuperar su dinero en forma de capital como si lo hace en forma de renta mensual.
El otro atractivo –el verdadero- murió el 31 de diciembre de 2006 a manos de Pedro Solbes, quien justificó en el Parlamento la puñalada trapera a los ocho millones de partícipes con el argumento de que los fondos, preferentemente, debían dedicarse o concebirse como una forma de reforzar la futura renta mensual de los pensionistas y no como una forma de acumular dinero para “caprichos” del tipo “coge el dinero y corre”. El atractivo ya cadáver consistía en la reducción del 40 por ciento que se aplicaba sobre la totalidad de los “derechos consolidados” antes de hacer las cuentas con Hacienda.
¿Conocen estos detalles los asustadizos ahorradores que se dejan impresionar por las cosas que se cuentan en los telediarios? ¿Leen los informes que las gestoras están obligadas a enviarles trimestralmente? ¿Les advierten los asesores y gestores de clientes que les aguardan en las oficinas bancarias exhibiendo la mejor de sus sonrisas? Mucho me temo que la respuesta a esas preguntas es no.
Y en este contexto, va el Ministro de Trabajo, se planta delante de las cámaras y lanza su mensaje “a la ciudad y al mundo”: yo tengo un plan de pensiones e invito a todos a que suscriban uno. Pues muy bien. Será que Celestino Corbacho, tan atareado, no ha encontrado un par de tardes para que su correligionario Jordi Sevilla le explique algunas cosas. Por mi parte, desde la modestia de ser un partícipe que ha podido escapar del “corralito”, sólo puedo decir una cosa: Desde el punto de vista financiero-fiscal, la peor decisión que puede adoptar un ciudadano deseoso de ahorrar para la vejez es suscribir un plan individual de pensiones. Como tener sed y beber agua del mar.

sábado, 6 de marzo de 2010

ELECCIONES EN LA UAH: GALVÁN Y PEINADO DISPUTARÁN LA SEGUNDA VUELTA

El próximo miércoles se va a celebrar la segunda vuelta de las elecciones al Rectorado de la Universidad de Alcalá. En la primera vuelta, celebrada el día 4 de marzo, resultaron triunfadores Fernando Galván, catedrático de filología inglesa; y Manuel Peinado, cadetrático de biología. El Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, José Morilla, a quien he tratado de ayudar en sus relaciones con los medios informativos, sufrió un serio revolcón. Pero en estas elecciones, en las que rige el principio democrático de "un hombre, un voto", se han producido algunos resultados cuando menos sorprendentes. Resultados que han inspirado el texto que reproduzco a continuación y que envié al periódico local.

VOTACIONES A LA BÚLGARA EN LA UAH

Me parece obligado comenzar estas líneas felicitando a Fernando Galván por su gran éxito en la jornada electoral del 4 de marzo; y felicitando asimismo a Manuel Peinado, sobre quien ha recaído el honor y la responsabilidad de disputarle a Galván el sillón de Rector en la segunda vuelta.
Durante los últimos dos meses he tratado de ayudar a José Morilla en esta carrera apasionante, como él mismo la calificó en una de las "entradas" de su "blog" personal. Nos conocemos desde hace más de treinta años, existen algunos paralelismos curiosos en nuestras vidas, tenemos amplias coincidencias ideológicas y puede decirse que somos amigos. Para mí fue un gran honor que me propusiera colaborar con él en la campaña. Volvería a hacerlo si él volviera a intentarlo, pero sé que ya no lo hará, porque esta era su última oportunidad.
No conozco nada, lo que se dice absolutamente nada, de los entresijos de la UAH. Si hace dos meses me hubieran preguntado quién es Fernando Galván no habría sabido responder. A Peinado tampoco le conozco personalmente, aunque fuí un defensor a ultranza de aquel proyecto suyo de peatonalización, aquel proyecto de modernización -hijo del despostismo ilustrado- que le llevó al naufragio. Peinado me recuerda, con sus trallazos de oratoria deslumbrante, a Josep Borrell, otro déspota ilustrado a quien admiré mucho en mis tiempos de informador económico. Decía que no conozco nada de los mecanismos internos que rigen la vida de la UAH. Pero el llamado "campus externo" es uno de mis lugares favoritos de la ciudad. El viernes por la tarde, mientras Morilla, Alvar y Peinado concertaban su alianza, fuí a dar uno de mis acostumbrados paseos y pasé a tomar un café en el bar de la Facultad de Medicina. A la salida, me llamó poderosamente la atención un acta colgada en los tablones de anuncios. Recogía las votaciones del Sector D, es decir, Estudiantes. He aquí el resultado: votos emitidos, 462; votos válidos, 446; Galván, 398; Peinado, 33; Alvar, 10; Morilla, 5.
Bueno, queridos lectores de Diario de Alcalá, yo no conozco los mecanismos internos de la UAH, pero suelo leer los periódicos, donde se califican como "votaciones a la búlgara" unos resultados con tan penetrante olor a chamusquina, unos resultados tan sospechosamente unánimes y tan sospechosamente incompatibles con los sistemas democráticos de voto individual, libre, directo y secreto.
El asombro que sentí el viernes fue mayor aún el sábado por la mañana cuando leí en este periódico el resultado que arrojó la urna del Sector D en la Facultad de Ciencias Ambientales: Peinado, 311 votos; Galván, 3. ¿Podrían explicarme los estudiantes de la UAH -todos ellos ciudadanos mayores de edad- por qué caminos consiguen llegar a tan alto grado de acuerdo? ¿Son leninistas todos los estudiantes de la UAH y, en consecuencia, aplican el llamado centralismo democrático a rajatabla? ¿A los integrantes de las mesas electorales no les llaman la atención unos resultados tan chocantes?
Diario de Alcalá preguntó a los cuatro candidatos si suspenderían a los alumnos con faltas de ortografía. Galván y Peinado estuvieron de acuerdo en que esa no es una competencia del Rector. ¿Tampoco es competencia del Rector enseñarles a los alumnos en qué consiste la democracia y hacer que se respeten las reglas democráticas?