viernes, 25 de diciembre de 2009

ERRORES DE CÁLCULO


Hacia mediados de los noventa, en una de esas tardes madrileñas de frío intenso y sol resplandeciente, me tocó informar a los oyentes de RNE de la entrada en prisión de Mario Conde. Seguramente yo era por aquel entonces el candidato ideal para cubrir aquella noticia de portada, porque mi casa está a tan sólo tres o cuatro kilómetros de la cárcel de Alcalá-Meco y porque era uno de los redactores más activos del Área de Economía.
Unos años antes de aquella pequeña asamblea que estábamos formando los periodistas a las puertas del penal, Mario Conde había sido la más rutilante estrella del panorama político-económico español. Solía haber más que codazos por ir a rendirle pleitesía y la Universidad Complutense lo elevó definitivamente a las alturas nombrándole Doctor "honoris causa". A mí mismo, debo reconocerlo, me fascinaba la habilidad de trilero que había mostrado en aquel espectacular "pelotazo" que fue la venta de Antibióticos a la italiana Montedison. "Voy a comprarme un banco", cuenta la leyenda que respondió Conde a un ministro socialista que le preguntó qué pensaba hacer tan joven y con tanto dinero.
Pero habían pasado diez años desde la irresistible aparición de la "pareja inversora" (Conde y Abelló) en las páginas de los periódicos, tiempo suficiente para cometer todo aquel cúmulo de errores de cálculo (puede que también alguna tropelía) que llevaron a la intervención de Banesto por el Banco de España el día de los Inocentes de 1993. Realmente, a las puertas de la prisión no había mucho que contar y casi ni siquiera pudimos ver la cara del preso, porque lo metieron al trullo en furgón con los cristales tintados que venía directamente desde la Audiencia Nacional. Pero el Director de la cárcel tuvo a bien contarnos el menú que iban a cenar los internos el día de Nochebuena; y con aquel menú, y algún que otro detalle, pude pergeñar una crónica bastante aseadita.
He recordado esta anécdota mínima leyendo en la portada del periódico la historia atroz de la española condenada a 14 años de cárcel por la justicia de los Estados Unidos, sentencia despiadada, según el adjetivo más utilizado, que le impuso el juez justo un día antes de Nochebuena. No sé quién lleva razón en el enrevesado pleito legal, pero me ha dolido no sólo la condena, sino el trato inhumano y degradante que supone obligar a la acusada a comparecer cargada de cadenas y grilletes. Me han dolido esas lágrimas en primer plano y las canas incipientes en los cabellos oscuros de esta mujer bella y obstinada. Esas canas son el anuncio de la lenta e implacable demolición que la cárcel ejecutará -está ejecutando ya- en su persona.
Lo que me asombra es el error de cálculo que cometió María José Carrascosa al viajar a los Estados Unidos pensando que la justicia le daría allí la razón con tanta facilidad como se la había dado aquí. Porque de lo que allí se la acusaba era nada menos que de secuestro, un delito muy grave. Y ella es abogada y tenía que saber el peligro que corría nada más pisar tierra americana. Pero no calculó bien, o actuó impulsivamente, y acabó cayendo en las garras de esa máquina trituradora que le ha dicho "el juego se ha acabado". No parece que el Gobierno español o la justicia española puedan hacer mucho por ella, más allá de prestarle apoyo humanitario y tratar de traerla para que cumpla aquí su condena. Una de las historias más tristes y más desgarradoras que nos deja este 2009 ya agonizante.

1 comentario:

Ele Bergón dijo...

Felices Fiestas Santiago

Un abrazo

Luz