viernes, 4 de septiembre de 2009

EL ESTADO DE LAS CUENTAS PÚBLICAS Y LOS IMPUESTOS

En este primer viernes de Septiembre, primer viernes del otoño político, el Presidente del gobierno se ha reunido de nuevo con los interlocutores sociales para tratar de recuperar el clima de diálogo que se rompió tan abruptamente antes de las vacaciones veraniegas.
Los líderes de la patronal y de los sindicatos han escuchado las explicaciones de Rodríguez Zapatero sobre su proyecto de ley de economía sostenible, un proyecto que se tramitará en paralelo con los Presupuestos 2010 y en el que el Presidente tiene depositadas grandes esperanzas para transitar desde lo que hemos dado en llamar economía del ladrillo a la del conocimiento, la innovación y la productividad.
El encuentro en La Moncloa se celebraba tan sólo dos días después de que el Ejecutivo aceptara en el Congreso un pacto con los grupos de izquierda para retrotraer al 1 de Enero de este año los efectos del subsidio que se concederá a los parados que agoten sus prestaciones contributivas. La fecha del 1 de Enero es tan arbitraria como otra cualquiera, pero resulta más coherente con nuestros usos y costumbres. Su único defecto es que añade más leña a ese incendio en que se han convertido las cuentas públicas.
La crisis, con la furia incontenible de un torrente, se ha llevado por delante el cómodo superávit de ejercicios anteriores. Al gobierno de ZP no le ha quedado más remedio que anunciar una "moderada subida de impuestos", medicina amarga que irá acompañada de otros brebajes cuyo sabor no será fácil de soportar, como la congelación del sueldo de los empleados públicos. Puede que alguno se esté arrepintiendo ahora de la prisa que se dieron en implantar medidas demagógicas e injustas, como la supresión de los impuestos de Sucesiones y de Patrimonio. Aquello fue un agravio contra los sectores menos pudientes de la población y esto que se anuncia ahora (con más hincapié en los impuestos indirectos que en los directos) acabará siendo otro agravio. Creo que fue Antonio Machado quien dejó dicho que "el pueblo nunca invoca la palabra patria, pero, llegado el momento, la compra con su sangre". O con sus impuestos, podríamos añadir ahora.
Con esto de los impuestos, si se me permite la comparación, pasa como con la indisolubilidad del matrimonio católico. La Iglesia siempre ha defendido con uñas y dientes esa indisolubilidad, pero no dejó de conceder disoluciones a quienes tuvieran el dinero suficiente para pagarlas. Ahora se supone, de acuerdo con la Constitución, que todos debemos contribuir al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con nuestra capacidad económica, pero quienes disponen del dinero necesario para constituir una SICAV -sociedades de inversión colectiva- sólo pagan el 1 por ciento de los rendimientos que obtienen. De modo que la anunciada subida -limitada y temporal, eso sí - de la imposición sobre las rentas del capital recaerá principalmente en quienes tienen sus modestos ahorros colocados en deuda pública o depósitos a plazo, es decir, los sectores menos pudientes y las clases medias. Podían habérselo pensado antes de suprimir tan alegremente las figuras tributarias que tan antipáticas resultaban a los ojos de los más ricos y poderosos.
Siempre cuento a quien quiere escucharme el mismo caso, por su carácter paradigmático y memorable: cuando murió don Emilio Botín López, padre del actual presidente del banco Santander, las comunidades autónomas de Madrid y Cantabria pleitearon largamente por los casi 10.000 millones de pesetas que la familia Botín debía pagar en concepto de Impuesto de Sucesiones. Por desgracia, no todos los que abandonan este mundo consiguen dejar una herencia tan envidiable, pero aún así resulta incomprensible que los socialistas se haya dejado arrastrar por los populares a suprimir, de manera muy poco meditada, el citado impuesto. Y los populares no deberían sacar tanto pecho al proclamar sus promesas de "votar contra toda subida de impuestos", porque en buena parte podríamos decir que aquellos polvos trajeron estos lodos. Ellos también son responsables de los problemas de financiación que arrastran las Comunidades Autónomas, problemas que son otra de las patas en que se apoya el desbocado déficit público.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Demagógica e injusta la supresión de los impuestos de Sucesiones y de Patrimonio? Yo no lo veo así.

El impuesto sobre Sucesiones supone un doble impuesto y es un impuesto directo al ahorro. Es decir graba las rentas y el patrimonio por el que una persona ha estado tributado durante toda su vida y penaliza especialmente ha aquellas personas que al final de sus días con su esfuerzo han conseguido acumular un patrimonio con sus ahorros. Que además, los herederos, tendrán que llevar a sus rentas con todas sus consecuencias, o sea, volverá indefectiblemente a tributar por la supuesta ampliación de patrimonio.

Claro, a cada uno le “duele” en un sitio distinto: a usted parece que le “pica” en la imposición sobre las rentas del capital. Deuda pública, depósitos a plazo, Porqué será.

Ya me extrañaba a mi que el que sembrara estos lodos no fuese el PP.

Salud
Esperanza L.

Santiago L. Legarda dijo...

Querida Esperanza: Cuando hablamos de impuestos de Sucesiones y de Patrimonio creo que no estamos hablando de usted ni de mí. Para tributar por el Patrimonio hacía falta ser rico de verdad.
Y en cuanto al impuesto de Sucesiones, en efecto gravaba todas las herencias, aunque con un porcentaje bastante moderado: tenga usted en cuenta que esos 10.000 millones de los Botín de los que yo hablaba no representaban ni una décima parte de la fortuna que dejó el difunto. Y, por otra parte, bien podría mantenerse el impuesto y establecer una cierta cantidad exenta de tributación, como ocurre en el IRPF.
Una consideración más. En los Estados Unidos, algunos miembros de las fortunas más grandes del país se han mostrado contrarios a la supresión de este impuesto, porque consideran que tal medida es un atentado contra el sagrado principio de la igualdad de oportunidades. Sin impuestos, querida lectora, no hay Estado y sin Estado no hay libertad ni justicia ni igualdad.
Siempre suyo.

Anónimo dijo...

Ya me acuerdo de la guerra a muerte entre las administraciones de Madrid y Santander por esos 10.000.000.000.- Por supuesto, faltaría mas, siempre en pos y pensando en la libertad la justicia y la igualdad. Qué bonito.

No, no hace falta ser Botín para que metan la mano de nuevo en nuestra cartera con impuestos ya satisfechos. Solo es necesario que tus predecesores te quieran legar lo poco o lo mucho que puedan tener.

Estaría de acuerdo con este impuesto si fuese el único. Pero… ¿acaso no pagamos ya impuestos hasta por el aire que respiramos?

Con las SICAV, como se mueven a la velocidad de la luz, no son tan bravos como lo van a ser con las clases medias/medias. O sea, estimado Santiago, que le van a freír. Pero quédese tranquilo; todo por la LIBERTE, la EGALITE, et la FRETERNITE.

Salud
Esperanza L. B.