sábado, 29 de agosto de 2009

COMIENZA EL NUEVO CURSO POLÍTICO: ZP EN SU LABERINTO

Es tradicional (aunque no siempre se cumple) que el Presidente del Gobierno dé el pistoletazo de salida del nuevo curso político con una comparecencia ante los medios de comunicación. Rodríguez Zapatero se ajustó esta vez al guión para celebrar en el Palacio de la Moncloa una rueda de prensa en la que su empeño principal fue enviar un mensaje de confianza y tranquilidad a los ciudadanos (el famoso optimismo antropológico de otros tiempos, ni mencionarlo.) Según el análisis del Presidente, lo peor de la crisis ya ha pasado, aunque seguirán los tiempos duros; las vacunas contra la gripe A estarán a su debido tiempo disponibles para todo el que las necesite; y de la esperada sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto catalán ya hablaremos cuando se produzca.
El mensaje de tranquilidad y confianza buscó también a quienes puedan estar preocupados por la anunciada subida de impuestos y a quienes sientan inquietud por el futuro de las prestaciones sociales. Hubo un momento en que el bronceado ZP dio la sensación de verse a sí mismo como el hombre capaz de completar la cuadratura del círculo: en 2012 recuperaremos un déficit público no superior al 3 por ciento, el objetivo irrenunciable del Gobierno seguirá siendo "la cohesión social, la protección social y el estado del bienestar". Ambas cosas son posibles, según ZP, sin que la presión fiscal española -siete puntos por debajo de la media europea- crezca sustancialmente.
Qué es la presión fiscal, puede que se preguntase algún espectador que viera en directo la rueda de prensa y puede que se lo pregunte algún lector de ZD. La presión fiscal no es otra cosa que la proporción que representan los ingresos del Estado sobre la cuantía total del Producto Interior Bruto. Sumando los ingresos de la Administración Central, las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos, esa proporción con toda seguridad está por encima del 40 por ciento, pero a los efectos del debate político la presión fiscal que se toma como referencia es la que ejerce el Estado entendido como administración Central. La cifra total de ingresos (impuestos más cotizaciones sociales) suele situarse alrededor del 35 por ciento del PIB, aunque este año puede que la mencionada presión fiscal esté bajando a consecuencia de la dramática caída en la recaudación, provocada por la contracción económica.
Rodríguez Zapatero ha prometido que seguirá la "moderación fiscal" y que las subidas de impuestos serán limitadas y temporales. Para saber sobre qué figuras tributarias se aplicarán estos incrementos habremos de esperar hasta la presentación del proyecto de Presupuestos, pero ZP adelantó que, en su opinión, los ingresos salariales y de las empresas "deben ser preservados". De modo que bien podríamos encontrarnos con algún retoque en los impuestos especiales (tabaco y carburantes), el IVA y los que gravan las rentas del capital y del ahorro.
¿Puede España mantener un estado del bienestar similar al de nuestros principales socios europeos con una presión fiscal siete puntos por debajo de la media? Según el discurso de ZP, sí. Y no sólo eso, sino que además puede reducir su déficit público (algo así como el 10 por ciento en 2009) al 3 por ciento en 2.012. Hay que tener mucha confianza en el buen pulso del Presidente para creérselo, pero más bien la impresión que tiene uno es que antes o después se impondrá la cruda realidad. Es decir, que iremos a un aplazamiento sine die del ajuste entre los ingresos y gastos de la Administración, ya que recortes en las prestaciones no habrá mientras ZP siga al frente del Ejecutivo. Los milagros son cosas que ocurren muy rara vez, le decía Don Quijote a su escudero. Pero en la España de hoy muchos ciudadanos sí parecen confiar en los milagros, y ahí tenemos a la Bolsa -de la que hablábamos aquí antes de la huida hacia los chiringuitos playeros-marcando máximos anuales una jornada tras otra.

miércoles, 12 de agosto de 2009

¿QUÉ ESTÁ PASANDO EN LA BOLSA?

Hablábamos en nuestra "entrada" anterior de las muchas sombras que se ciernen sobre la vida política española, empezando por la corrupción, que posiblemente es la peor de todas. Y si los nubarrornes sobre la política son de los que descargan aguaceros de furia incontenible, ¿qué decir de los nubarrones sobre la actividad económica?
En realidad, el pedrisco comenzó a caer sobre la economía hace ya bastantes meses y ahora estamos a la espera de alguna buena noticia, a la espera de algún brote verde, según la expresión que se ha puesto de moda. Pero, hasta el momento, todos los datos invitan al pesimismo: fracasó el diálogo social, siguen los cierres de empresa, menudean los expedientes de regulación de empleo, la tasa de paro aumenta, desciende el número de afiliados a la Seguridad Social, caen los ingresos del Estado y se incrementan el déficit y la deuda, el consumo no se reanima a pesar del descenso en los precios y el mercado inmobiliario no sale del hoyo.
En medio de este panorama tan sombrío, un dato espectacular y sorprendente: la escalada de la Bolsa española en los siete primeros meses del año. En estos últimos días parece que el impulso alcista da muestras de agotamiento, pero el índice Ibex 35 tocó los 11.000 puntos en la sesión del martes y hoy miércoles ha vuelto a cerrar en la zona de máximos anuales. Eso representa una subida de nada menos que el 60 por ciento con respecto a los mínimos anuales, que se marcaron en el mes de marzo. Si hemos de creer el dicho ese de que el mercado bursátil se anticipa a lo que va a suceder, deberíamos llegar a la conclusión de que nos aguarda un futuro inmediato casi esplendoroso.
Para el conjunto del año, el Ibex 35 presenta una subida de casi el 19 por ciento, tres veces más de lo que han subido los índices de Nueva York o Londres, y más del doble que el europeo Eurostoxx 50. Sólo el Nikkei, el índice de la Bolsa de Tokio, consigue una subida similar a la de los valores españoles.
Confieso que se me escapa la razón (o las razones) de que el índice español se haya despegado tanto del resto de índices de las principales bolsas mundiales. Se me antoja una situación anómala, y más teniendo en cuenta que los datos reales que ofrece la economía española son peores que los registrados en el conjunto de los países más desarrollados. Podría pensarse que las subidas de las cotizaciones se debe al exceso de los recortes en el ejercicio anterior, pero lo cierto es que la caída del Ibex en 2008 fue similar a la que sufrieron los otros índices.
Una explicación que se me ocurre, a falta de datos objetivos, es que alguien esté "calentando" las cotizaciones, como se dice en el argot de los parqués. Las empresas españolas, por término medio, son más pequeñas y resulta más fácil manipularlas con una cantidad de dinero no demasiado grande. Por otra parte, el peso de los valores bancarios ( Santander, BBVA, Popular, etc.) es muy grande en el índice y estos valores fueron muy castigados el año pasado y en estos últimos meses han subido como la espuma. Aunque la compra de acciones propias es una práctica prohibida más allá de ciertos límites, bien podría ocurrir que alguien hubiera decidido dar una alegría a los accionistas dedicando un dinerillo a "cuidar el valor" en lugar de dedicarlo a préstamos empresariales, hipotecarios o de consumo.
Se crea así una situación de alto riesgo para los particulares que decidan colocar sus ahorros en la renta variable, porque podrían encontrarse con un pequeño susto (o mediano) a corto plazo. Es verdad que el Ibex 35 se encuentra aún muy alejado de la zona de máximos históricos y, a medio plazo, tiene bastante recorrido hacia arriba. Pero quien entre ahora tiene que estar ojo avizor y ser consciente de que el recorrido muy bien podría ser hacia abajo.

DESPEDIDA SIN CIERRE
P.S. El autor de ZD, como alguno de los amables lectores, también se retira por unos días a la sombra del chiringuito. Para San Bartolomé, más o menos, volveremos al tajo.

domingo, 9 de agosto de 2009

VACACIONES DE AGOSTO: DEMASIADAS SOMBRAS Y POCAS LUCES

Llevamos un verano muy duro en lo que a incendios forestales se refiere. Y parece que esa calamidad que periódicamente se abate contra nuestras gentes y nuestros paisajes se ha contagiado este año a la clase política. Casi nunca ha sido del todo cierto que el mes de Agosto, desde la perspectiva política, fuera un mar de la tranquilidad, pero en este 2009, desde sus lugares de vacaciones, sirviéndose de las últimas tecnologías de la comunicación, los primeros espadas de la política nacional se están superando a sí mismos.
Después de varios días de escalada verbal, este domingo me encuentro en el diario EL PAÍS con un editorial titulado "O pruebas o dimisión". Se refiere a la acusación de espionaje ilegal lanzada contra el Gobierno por María Dolores de Cospedal. Puede que la Secretaria General del PP se haya metido en un mal paso, porque, como dice el editorialista, "es inaceptable que una representante política de su categoría acuse sin pruebas al Gobierno, a la Fiscalía General del Estado, a los cuerpos de seguridad, a los servicios de inteligencia y a los jueces de cometer delitos más propios de un estado totalitario que de una democracia europea".
Hace unos días, hablando del sindicalismo y los problemas del diálogo social y las relaciones laborales, un lector anónimo venía a decir en ZD que gente decente y de principios la hay en todas partes, como hay también en todas partes gente no cumplidora y poco de fiar. Tenía toda la razón en este punto, porque ya llevamos mucho tiempo viendo cómo la corrupción, ese cáncer que enferma de muerte a las instituciones democráticas, florece bajo todas las banderas políticas. Es evidente que los seres humanos estamos hechos todos con el mismo material y quienes no cometen ninguna tropelía lo deben no tanto a la probidad de su carácter como a la suerte de no habérseles presentado la ocasión propicia.
Ahora bien, la pregunta es qué hacer frente a las tropelías, sabiendo que puede cometerlas cualquiera. ¿Debemos mirar para otro sitio? En estos últimos días, el Partido Popular (puede que en las mismas circunstancias otros habrían hecho lo mismo) ha reaccionado de la manera más lamentable ante los nuevos casos de presunta corrupcion destapados en Baleares: en lugar de condenarlos y dejar que los servidores de la justicia hagan su trabajo, ha emprendido una incomprensible fuga hacia adelante con esa acusación de espionaje ilegal.
La corrupción, que se da aquí y en todas partes (véase el caso del matrimono Kirchner en Argentina), es un torpedo contra la línea de flotación del ideal democrático y tiene que ser perseguida cuanto sea posible y hasta donde sea posible. Y dedicarse a agitar cortinas de humo cuando surgen estos casos es lo peor que pueden hacer aquellos que tienen en sus manos la representanción de la soberanía nacional.

domingo, 2 de agosto de 2009

RECUERDOS Y REFLEXIONES DE UN SINDICALISTA TRASNOCHADO Y PIQUETERO

En aquella fábrica, cuya chimenea de ladrillos rojos desafiaba en altura a la torre de la catedral, todos sabían quién era el dueño y, en consecuencia, tenía capacidad para decidir sobre vidas y haciendas. Cada mes de Diciembre, don Luis llamaba a su despacho a los empleados, uno a uno, y les asignaba el sueldo para el año siguiente. Las palabras siempre eran suaves y educadas; los motivos, caprichosos. Al autor de ZD no le consta si aquel hombre, de corta estatura y aguda inteligencia, había leído a los clásicos, pero divide y vencerás parecía ser la máxima que guiaba su comportamiento con los trabajadores. En aquella factoría no había una sola nómina que fuera igual a otra, ni siquiera entre los técnicos que dirigían los procesos productivos. Las diferencias eran pequeñas, pero suficientes para sembrar la discordia, la desconfianza y el resentimiento.
Puede que a los lectores de ZD les cueste creerlo, pero en estos tiempos en que tendemos a vernos como el último grito de la modernidad, con Madrid lanzada a por los Juegos de 2016, conviene recordar de dónde venimos. La cesta de Navidad que generosamente repartía cada año don Luis contenía algunas viandas más o menos tentadoras, pero su componente principal era una gallina viva que uno mismo tenía que coger de las jaulas que había transportado hasta allí un camión y llevársela a casa como Dios le diera a entender. Don Luis tenía unas granjas por tierras segovianas y aprovechaba las entrañables fiestas navideñas para dar salida al producto que el mercado no podía absorber.
Coger la gallina y matarla allí mismo, como hacían algunos, resultaba más que engorroso. Llevársela viva tampoco era una alternativa que suscitase mucho entusiasmo, pero lo peor habría sido despreciarla: existía el temor generalizado de que un gesto como ese habría tenido un reflejo inmediato en la nómina.
Francis Ford Coppola no había rodado aún la primera parte de El Padrin0 (tampoco Mario Puzo, por lo demás, había escrito aún la novela), pero las relaciones que establecía don Luis con sus subordinados se parecían mucho a las de don Vito Corleone: su empeño indeclinable era que se les quedara bien metido en la cabeza que "le debían un favor". Él, sin embargo, no necesitaba guardaespaldas: cualquier intento de negociación colectiva habría sido respondido con una llamada a la Guardia Civil y punto.
Ahora, muchos siglos después, la Presidenta de la Comunidad de Madrid ha llamado sindicalista trasnochado y piquetero al Presidente del Gobierno con motivo del fracaso en las conversaciones para el pacto social. ¿Qué calificativo debería emplear nuestra Presidenta para referirse a los empresarios de su Comunidad que obligan a los trabajadores a hacer horas extras los sábados y días festivos pagándolas al mismo precio que las horas ordinarias?¿Qué calificativo?, repito. Y no hablo a humo de pajas: entre los ciudadanos madrileños que sufren esta explotación agravada están mis propias hijas, para las que suelo hacer de taxista en mis ratos de ocio. Algo hemos avanzado, pese a todo: mi padre nunca pudo hacer de taxista para mí, y yo tenía que atravesar andando la ciudad de punta a punta con la gallina pateando dentro de una bolsa de deportes, porque me daba vergüenza coger el autobús con aquella "mercancía" en las manos.
Los empresarios quieren que no haya convenios o que éstos tengan en cuenta "la realidad de las empresas". Muchos probablemente añoran los tiempos en que todo intento de negociación colectiva era competencia de la Guardia Civil, lo cual no es tan extraño en un país que ha tenido entre los responsables de resolver los conflictos constitucionales a algún señor que en su día fue miembro del Tribunal de Orden Público. Una vez que consigan liquidar la eficacia general de los convenios -al grito de lo trasnochados y piqueteros que se han quedado los sindicalistas- ellos podrán establecer las retribuciones salariales con el mismo estilo, tan moderno, que empleaba don Luis. Un estilo al que seguramente no le haría ascos doña Esperanza Aguirre. Un estilo frente al que yo alzaría la memoria, que, como la poesía, también puede ser un arma cargada de futuro.