lunes, 16 de febrero de 2009

HUGO CHÁVEZ Y LA ERÓTICA DEL PODER

En los comienzos de la época democrática se habló mucho en España de la erótica del poder. Una atracción fatal que operaba al menos en dos sentidos: de un lado, tentaba con sus cantos de sirena a los políticos en busca de un sillón confortable y conservable; y de otro, multiplicaba el atractivo de los poderosos para los representantes del otro sexo. Ahora llevamos años sin oir esa expresión, pero el ejercicio del poder sigue siendo, según todos los indicios, como una droga de cuyos efectos adictivos nadie consigue escapar.
Según hemos podido saber en estos días, el intrépido Nicolás Sarkozy le preguntó a bocajarro a Carla Bruni si estaría dispuesta a besarlo en la boca en ese mismo instante. Nicolás y Carla acababan de conocerse gracias a los buenos oficios de un amigo del Presidente de la República francesa. La cantante y modelo italiana no pudo resistirse a la invitación y, lógicamente, debemos suponer que fue la erótica del poder lo que la sedujo. También es posible que influyeran el verbo apasionado, los ojos ardientes, el peinado retro y las alzas no muy discretas que "Sarko" coloca bajo el tacón de sus zapatos. Pero sin duda lo primero y principal fue el poder y nada más que el poder, mientras el resto de aderezos quedaban en un segundo plano.
A muchos miles de kilómetros de Francia, en Venezuela, un caudillo iluminado, que identifica los destinos de la patria con su propio destino, acaba de obtener el sí de su pueblo para sucederse a sí mismo en la Presidencia de la República cuantas veces crea conveniente. En su caso, la atracción por el poder es de tal magnitud que hace algunos años intentó conseguirlo mediante un golpe de estado. Así que Hugo Chávez, flamante vencedor en las urnas, tiene un pasado golpista, aunque no sé si a él y a sus seguidores y consejeros les gusta que esto se recuerde en los medios de comunicación. Desde luego, lo que no soporta es que le llamen dictador, como ha tenido ocasión de comprobar el eurodiputado del PP, Luis Herrero.
Puede que Herrero exagerara un poco, o puede que tuviera un afán provocador. Pero lo cierto es que la expeditiva reacción del gobernante venezolano es uno más de los signos inquietantes que emite y que no hacen sino acentuar nuestras dudas y sospechas acerca de cuáles puedan ser sus intenciones para el futuro de la democracia en su país. Para ser considerado un gobernante demócrata hace falta algo más que haber sido elegido en las urnas. Hace falta demostrar respeto por ese conjunto de delicados equilibrios que constituyen lo que llamamos un estado de derecho. Y es evidente que algo está fallando en esos mecanismos cuando mucha gente de fuera y de dentro de Venezuela considera que el epíteto de dictador le va bien al antiguo coronel de paracaidistas.
¿Las fuerzas de seguridad expulsarían de España a un diputado venezolano que llegase proclamando que Rodríguez Zapatero es un dictador? Seguro que no, aunque no faltaría quien señalase la necesidad de buscar urgentemente un centro psiquiátrico para proporcionar atención médica a semejante personaje. De George Bush, uno de los políticos más odiados de los últimos tiempos, nadie ha osado decir tampoco que fuera un dictador.
La limitación de mandatos es una buena norma para promover la renovación de las instituciones democráticas. José María Aznar quiso imponerla en España, por la vía de la costumbre, cuando se mantuvo firme en su decisión de no optar a un tercer mandato de cuatro años. Aunque hay quienes dicen que no lo hizo por convicción o por falta de apego al poder, sino porque se vió atrapado en sus propias palabras. Al acabar con dicha limitación, lo que Chávez está haciendo es allanar el camino para perpetuarse en el poder con su discurso populista y grandilocuente. Todavía no es como su amigo Fidel Castro, que nunca jamás sometió su cargo a unas elecciones libres, pero los indicios apuntan en esa dirección. Ojalá nos equivoquemos y nunca se conviertan en realidad los temores que Chávez inspira en quienes creemos en la separación de poderes y en los derechos y libertades democráticas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

desalismSiempre que converso con alguien sobre la figura de Hugo Chávez tengo que empezar diciendo que no es mi tipo, que con mi actual mentalidad, si estuviera en Venezuela, no estaría con la oposición, pero con él tampoco. No sé.
El antiguo coronel de paracaidistas encabezó una asonada, lo que para cualquier español con un mínimo de espíritu democrático lo convierte en un individuo poco de fiar. Pero una vez dicho esto, también tengo que aclarar que no estoy de acuerdo con muchas de las cosas que se dicen de él. En puridad, Hugo Chávez al día de hoy no es un dictador aunque desde la optica que en Europa tenemos de lo que es una democracia está claro que este señor no pasaba el examen. Pero es que Cháves es un producto del país en el que ha nacido. Al fin si Venezuela ha dado a Chávez, Italia ha dado a Berlusconi, que también tiene su aquel, y Rusia a Putin que también tiene su particular visión de lo que es la democracia.
En cualquier caso no me parece que los antecesores de Chávez fuera mejores que él, y aquí es donde creo radica una buena parte de los éxitos electorales del antiguo paracaidista. No hay duda de que sus enemigos más enconados lo son porque les quitó el chorizo de la boca, chorizo que se lo epartían entre unos pocos.
Es verdad que el que se haya salido con la suya en lo de poderse presentar a la relección cuantas veces lo crea oportuno rompe con la saludabe tradición de no poder estar más de dos legislaturas al frente del Gobierno, pero lo cierto es que con ello lo que a hecho es llevar a Venezuela al mismo sistema con el que funcionan no pocos píses de la UE, España entre ellos.
Un cordial saludo
M. Sant Macía