martes, 16 de diciembre de 2008

¿QUIÉN NOS PROTEGE CONTRA EL FRAUDE?

Siempre he sido contrario a la idea de sustituir el sistema público de pensiones por un sistema de gestión privada. Es una polémica que de cuando en cuando retorna al escenario de la actualidad, aunque los defensores del cambio están ahora muy achantados. Y lo ocurrido con el llamado escándalo Madoff viene a reforzar uno de los argumentos fundamentales que esgrimen -o esgrimimos- los partidarios del sistema estatal: la posibilidad de una gestión fraudulenta que podría ocasionar daños irreparables a miles o a cientos de miles de personas.
Incluso cuando se lleva a cabo una gestión escrupulosamente profesional y honrada a carta cabal, se pueden tener pérdidas, como nos ocurrió hace unos años a los trabajadores de RTVE por culpa del famoso "corralito" argentino: la sociedad gestora del fondo de pensiones pensó que podía ser una buena idea comprar bonos del Estado argentino, ya que parecían seguros y ofrecían una rentabilidad mayor que los bonos españoles o los alemanes. Se invirtieron 300 millones de pesetas que hubieron de ser provisionados como pérdidas cuando el Gobierno de Adolfo Rodríguez Sáa declaró la suspensión de pagos en Diciembre de 2.001. Creo que al final sólo se pudo recuperar la mitad más o menos del dinero invertido.
Pero ¿qué hacer cuando el problema no es una inversión que ha salido mal, sino una estafa piramidal pura y dura, que las autoridades supervisoras no han sido capaces de detectar a tiempo? Está claro que en este caso no hay nada que hacer, salvo enviar a los culpables a la cárcel y resignarse a la ruina sufrida. Esto es lo que les va a pasar a los selectos inversores que confiaron sus dineros a Madoff y lo que nos pasaría a muchos peatones de la historia si nuestro futuro como pensionistas se pusiera en manos privadas.
Lo que más me ha sorprendido es la reacción aparentemente impávida de los mercados bursátiles. En los meses anteriores hemos asistido a bruscas caídas motivadas por noticias mucho menos graves. Yo había pronosticado un batacazo más que regular para la sesión del Lunes día 16 y resulta que Nueva York tan sólo bajó unas décimas y Madrid incluso se apuntó una pequeña ganancia. Esto demuestra que nunca me ganaré la vida como asesor financiero: ya en Septiembre me atreví a escribir que era un buen momento para iniciar un plan de ahorro basado en la renta variable, justo antes de los desplomes ocasionados por la amenaza de colapso en el sistema financiero mundial.
Lógicamente, si los precios que había al final del verano me parecían atractivos para un plan de ahorro en renta variable, los que hay ahora son más atractivos todavía y, por tanto, tengo que reafirmarme en mi idea, aunque los acontecimientos a corto plazo vuelvan a desmentirme. Pero yo no cobro a nadie por mis consejos ni por mis ideas, mientras que los supervisores -en este caso la SEC norteamericana- sí que cobran por proteger al público de estafas como la que nos ocupa, que en verdad tiene unas proporciones inimaginables. ¿Y qué decir de las empresas auditoras, que cobran por certificar que los informes que se remiten a los inversores recogen una imagen fiel del estado patrimonial del fondo en una fecha determinada? Una de dos: o Bernard Madoff conseguía deslumbrar a todos con el brillo de su prestigio como gran gurú de las finanzas internacionales o estamos ante una panda de incompetentes y corruptos verdaderamente increíble.
Algunos habrán pensado que lo mejor sería el retorno a la faltriquera escondida debajo del colchón, dado que no se puede confiar en nadie. Se supone que ahora mejorarán los controles y aumentará la prudencia de los inversores, pero es inevitable caer en una cierta sensación de desamparo. ¿Quién puede asegurarnos que ahora mismo, en alguno de nuestros fondos de pensiones o fondos de inversión, no está gestándose una estafa como la de Madoff, como la de Gescartera? ¿Podemos fiarnos de los informes que nos dicen que nuestro dinero ha sido invertido en estos y aquellos valores? Estas son las dudas que me asaltan. Y por eso pienso que una cosa es emprender una pequeña aventura, un pequeño plan de ahorro, con la renta variable y otra cosa es jugar con nuestro futuro como pensionistas. Con las cosas de comer no se juega.

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