domingo, 1 de junio de 2008

LA ÚLTIMA DE INDIANA JONES: PARA SALIR DEL CINE CON AGUJETAS

No sé cuántos cientos de millones de dólares lleva recaudados ya en todo el mundo la cuarta -y puede que última- entrega de la saga de Indiana Jones. No deja de resultarme llamativa esta afluencia masiva de espectadores en un momento, por ejemplo en España, en el que las salas oscuras no paran de perder clientela. Llamativa y saludable, porque supongo yo que, mientras vayan dándose de cuando en cuando "taquillazos" como estos, no desaparecerán la industria y cultura del cine tal como las hemos conocido. Desde este punto de vista, a los aficionados al cine no nos queda más remedio que estar agradecidos a los Spielberg, Lucas, Ford, Williams y compañía: con su talento innegable no sólo nos ofrecen casi dos horas de entretenimiento al límite, sino la seguridad de que podremos seguir viendo películas en la gran pantalla por mucho tiempo.
También me llama la atención el hecho de que esos miles y miles de espectadores deseosos de ver una nueva entrega de las inverosímiles aventuras de Indy no muestren el menor interés por decenas de películas que cuentan historias objetivamente mejores o más interesantes que las del arqueólogo del látigo y el sombrero. Será que en el cine pasa como con la narrativa: la gente casi se mata por hacerse con el último best seller y no presta la menor atención a las grandes obras de la literatura.
La conclusión a que llegué mientras veía "Indiana Jones y el templo de la calavera de cristal" es que, a pesar de su extraordinaria factura técnica, es la peor de las cuatro. Esto no quiere decir que no valga la pena verla. Todo lo contrario: la cinta tiene todos los ingredientes necesarios para hacerte pasar dos horas divertidas. Y después de esas dos horas en las que hay de todo -desde explosiones nucleares a platillos volantes, pasando por persecuciones al borde del abismo, hormigas carnívoras, parodias del héroe, caídas por impresionantes cascadas y un secuencia final por completo incongruente- uno sale del cine tan baqueteado que casi le duelen las agujetas por todo el cuerpo. En cierto modo las aventuras de Indy son como esos cinturones mágicos que anuncian en la tele: te sientas cómodamente en tu butaca y el cinturón hace el resto, porque con sus vibraciones y su calor bien calibrado te quema todas las grasas - y te rejuvenece- sin necesidad de que te pongas tú mismo al duro ejercicio de hacer una buena tanda de flexiones cada día.

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